“Porque lo que hago, no lo entiendo, pues no hago
lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago.” Romanos 7:15
Quizá la
descripción más vívida de la lucha con el pecado que se lleva a cabo en la vida
del creyente se encuentra en Romanos 7:15-25, en los versículos 15 y 16 Pablo
describe el problema: porque lo que hago, no lo entiendo, pues no hago lo que
quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. Y si lo que no quiero, esto hago,
apruebo que la ley es buena.
Nota que sólo
hay un jugador en estos dos versículos, el “yo” mencionado nueve veces. Nota
también que esta persona tiene un buen corazón, está de acuerdo con la ley de
Dios. Pero este cristiano de buen corazón tiene un problema de comportamiento.
Él conoce lo que se supone que debe hacer, pero por alguna razón, no puede. Él
está de acuerdo con Dios pero termina haciendo las cosas que odia.
Los versículos
17-21 descubren la razón de este problema de comportamiento: “de manera que ya
no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí… si estoy haciendo
lo mismo que no quiero, yo no lo estoy haciendo, sino el pecado que mora en mí”
¿Cuántos jugadores hay ahora? Dos: “el
pecado y yo” pero el pecado claramente no soy yo, sólo habita en mí. El
pecado me impide hacer lo que quiero hacer.
¿Estos versos
dicen que no soy bueno, que soy malo o que soy pecado? Absolutamente no. Ellos
dicen que tengo algo dentro de mí que no es bueno, es malo y pecaminoso, pero
no soy yo. Si tengo una astilla en mi dedo, puedo decir que tengo algo en mí que
no es bueno. Pero no soy yo el que no es bueno, yo no soy la astilla. La
astilla que está clavada en mi dedo no es buena. Yo no soy pecado y no soy un
pecador. Soy un santo luchando con el pecado que me ocasiona hacer cosas que no
quiero hacer.
Rom 6:12 nos
dice que es nuestra responsabilidad no permitir que el pecado reine en nuestras
vidas. El pecado reinará si usamos nuestros cuerpos como instrumentos de
injusticia (Rom 6:13). Debemos renunciar a tal uso y someter nuestros cuerpos a
Dios como instrumentos de justicia.
ORACIÓN. Gracias Señor porque no tengo que
pecar. Tú has hecho posible para mí el que controle el poder del pecado sobre
mí. Tú me liberaste de la paga del pecado y me has bendecido con el regalo de
la vida eterna en Cristo, amén.
NEIL ANDERSON - (DEV. "VIDA NUEVA PARA EL MUNDO”)