La esclavitud
en los Estados Unidos fue abolida por la Decimotercera enmienda constitucional
el 18 de diciembre de 1865. ¿Cuántos esclavos había el 19 de diciembre de 1865?
En realidad, ni uno, pero muchos seguían viviendo como esclavos. Algunos
continuaban porque jamás habían conocido la verdad de que eran realmente
libres. Algunos no creyeron la verdad y continuaron viviendo como les habían
enseñado. Otros razonaban que, ya que seguían haciendo las mismas cosas que
hacían cuando eran esclavos, entonces debían seguir siendo esclavos. Mantenían
su identidad de esclavos por las cosas que hacían. Como aún se sentían como
esclavos, no querían ser hipócritas e ir en contra de sus emociones. Después de
todo, sus emociones siempre les han dicho la verdad y ser libres en Cristo es
sólo una verdad posicional, ¡no una verdad tangible!
Uno de los que
fueron esclavos, sin embargo, escucho las buenas noticias y las recibió con
gran gozo. Verificó la validez de la enmienda y encontró que ésta emanaba de la
autoridad suprema. No sólo eso, sino que le costó a la autoridad suprema un
gran precio, que con gusto pagó. Como resultado, la vida del esclavo fue
transformada. Él correctamente razonó que sería hipócrita creerle a sus
emociones y no a la verdad. Determinó
vivir de acuerdo con lo que él sabía que era verdad, y sus experiencias
comenzaron a cambiar radicalmente. Se dio cuenta de que su antiguo dueño ya
no tenía autoridad sobre él y no necesitaba obedecerlo. Gozoso sirvió a aquel
que lo hizo libre.
Cristo hizo dos
cosas por aquellos que estaban bajo el yugo de la esclavitud.
* Primero, redimió a aquellos que estaban
bajo la ley. Los judíos estaban esclavizados bajo todo el sistema Mosaico. Era
la esclavitud del legalismo.
* Segundo, la encarnación, muerte, y
resurrección de Cristo aseguró para todos los creyentes su derecho de
nacimiento como hijos. “Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros
corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! Así que ya no
eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de
Cristo” (Gal. 4:6-7). Los verdaderos creyentes pueden no sentirse libres del
pecado, ni sentirse como hijos de Dios, pero realmente lo son. El Espíritu
Santo vive en el corazón de cada creyente garantizando nuestra posición en la
familia de Dios. El Espíritu mueve al creyente a orar: “Abba, Padre”. La
palabra Abba es la palabra aramea para Padre.
Usualmente la usaban los niños pequeños para referirse a sus padres. Sería
parecida a la palabra castellana “papá”. Ésta implica intimidad y confianza
contraria a esclavitud y legalismo.
NEIL ANDERSON - (DEV. "VIDA NUEVA PARA EL MUNDO”)