Los creyentes
han sido “llamados
a ser santos” (Rom. 1:7), esto es, somos santos por Su llamamiento.
Note que Pablo le escribe “a los santos” en Éfeso (Ef. 1:1) y Filipos (Fil.
1:1). Un santo no es alguien que se ha ganado su noble título viviendo de
manera ejemplar o llegando a cierto nivel de madurez. En la Biblia, todos los
creyentes son descritos como “santos” (por ejemplo 1ª Co. 1:2; 2ª Co 1:1). Ser
un santo no necesariamente refleja cierta medida de crecimiento de carácter en
el presente, pero sí identifica a aquellos que están rectamente relacionados
con Dios. En las Escrituras los creyentes son llamados “santos”, “santificados”
o “justificados” más de 200 veces. En contraste, los incrédulos son llamados
“pecadores” más de 300 veces. Claramente, el término “santo” se usa en las
Escrituras para referirse a los creyentes mientras que “pecador” se usa para
los no-creyentes.
A pesar de que el Nuevo Testamento enseña que
los creyentes pueden, y de hecho pecan, nunca identifica de manera clara a un
creyente como un “pecador”. La referencia de Pablo a él mismo como “el primero
de los pecadores” parecería contradecir su enseñanza (1ª Tim 1:15-16). A pesar
del uso del tiempo verbal presente por parte del Apóstol hay muchas razones,
sin embargo, por las cuales Pablo se está refiriendo a su oposición al
Evangelio antes de su conversión.
* Primero, la referencia a él mismo como
“pecador” es para sustentar la primera parte del versículo, “Cristo Jesús vino
al mundo para salvar a los pecadores” (1ª Tim. 1:15). La referencia a “los
impíos y pecadores” unos versículos antes (v. 9) junto con los otros usos Neo
Testamentarios del término “pecadores” para aquellos que están fuera de la
salvación muestra que los “pecadores” que Cristo vino a salvar estaban fuera de
la salvación.
* Segundo, la referencia de Pablo a él
mismo como “pecador” es inmediatamente seguida por la aseveración: “Pero por
esto fui (tiempo pasado) recibido a misericordia” (v. 16), claramente señala
hacia el evento pasado de su conversión. Pablo, el primero de los pecadores, se
usa a él mismo como ejemplo de la ilimitada paciencia de Dios. Dada su
actividad pasada, Pablo se consideraba a él mismo no merecedor de lo que, por
la gracia y misericordia de Dios, él era en el presente, un apóstol que no era
en nada “menos que aquellos grandes apóstoles” (2ª Cor. 12:11).
* Tercero, a pesar de que declarando que
él era el “primero” de los pecadores, al mismo tiempo, el apóstol, declara que
Cristo le ha dado la fortaleza para el ministerio considerándolo “fiel” o
“fidedigno” para el ministerio al cual fue llamado (v. 12). El término
“pecador”, por lo tanto, no describe su presente posición como creyente, más
bien, se usa para recordar aquello que fue antes de que Cristo lo tomara.
Como creyentes,
no estamos intentando volvernos santos, somos santos que se están asemejando a
Cristo. Ser santo es parte de nuestra santificación posicional. En ninguna
manera niega la continua batalla contra el pecado. Los cristianos pueden elegir
pecar, y muchos están dominados por la carne y engañados por el diablo. Como
pecan, queremos llamarles pecadores, pero lo que hacemos no determina quienes
somos. Decirles a los cristianos que son pecadores y luego disciplinarlos si no
actúan como santos es contraproducente en el mejor de los casos e inconsistente
con la Biblia, en el peor de ellos. Creer quiénes somos realmente en Cristo
determina lo que hacemos.
NEIL ANDERSON - (DEV. "VIDA NUEVA PARA EL MUNDO”)