jueves, 8 de diciembre de 2016

LA ELECCIÓN DIVINA Y LA RESPONSABILIDAD HUMANA 7 diciembre





PREGUNTA Y RESPUESTA DE DICIEMBRE 7 - 8 DE 2016

LA ELECCIÓN DIVINA Y LA RESPONSABILIDAD HUMANA (ROM. 9)


La segunda pregunta u objeción que Pablo anticipa y contesta es: ¿Por qué, pues, [Dios] inculpa? porque ¿quién ha resistido a Su voluntad? En otras palabras, si Dios en Su soberanía de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece, ¿cómo pueden los seres humanos ser hechos responsables por sus decisiones? ¿Cómo pueden ser culpados por su incredulidad y pecado, cuando su destino ya ha sido determinado por Dios? También en este caso, el razonamiento mismo pretende impugnar la justicia y la ecuanimidad de Dios.

Cuando Israel estaba conquistando Canaán, "por mucho tiempo tuvo guerra Josué con estos reyes [cananeos]. No hubo ciudad que hiciese paz con los hijos de Israel, salvo los heveos que moraban en Gabaón; todo lo tomaron en guerra. Porque esto vino de Jehová, que endurecía el corazón de ellos para que resistiesen con guerra a Israel, para destruirlos y que no les fuese hecha misericordia, sino que fuesen desarraigados, como Jehová lo había mandado a Moisés" (Jos. 11:18-20).

Tales mandatos de Dios, los cuales abundan en el Antiguo Testamento, le parecen totalmente caprichosos y crueles a las mentes mundanas y carnales que aceptan únicamente lo que se ajusta a sus ideas preconcebidas de lo correcto y lo incorrecto, lo injusto y lo injusto. En consecuencia, ellos juzgan a un a Dios conforme a sus propios estándares finitos, sesgados y contaminados por el pecado.

La voluntad soberana y última de Dios también es algo que se enseña con la misma claridad en el Nuevo Testamento. Más adelante en su carta dirigida a Roma, Pablo dice a sus lectores: "Lo que buscaba Israel no lo ha alcanzado; pero los escogidos sí lo han alcanzado, y los demás fueron endurecidos" (Ro. 11:7). En su primera carta a los tesalonicenses, él declara que "no nos ha puesto Dios [a los creyentes] para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo" (1 Ts. 5:9).

En Su sabiduría perfecta y en justicia y juicio perfectos, Dios ha destinado algunas personas para la salvación por Su gracia, y debido a su pecado e incredulidad, ha dejado a los demás a la condenación bajo todo el peso de Su ira. Cuando hizo referencia a los incrédulos que no se arrepienten, Pedro escribió: "estos, hablando mal de cosas que no entienden, como animales irracionales, nacidos para presa y destrucción, perecerán en su propia perdición" (1 P. 2:12). Muchos críticos de esta doctrina, quienes supuestamente salen a la defensa de la justicia de Dios, se equivocan al no reconocer que todo ser humano desde la caída merece nada más que la justa condenación de Dios a una eternidad en el infierno. Por lo tanto, no es injusto que de conformidad con Su gracia soberana, Él opte por elegir algunos pecadores para la salvación.

Por supuesto, no es que nosotros podamos entender a plenitud lo que Dios revela acerca de su elección y predestinación soberanas. Esto es algo que únicamente puede ser aceptado por fe cuando reconocemos que es la verdad sencillamente porque Dios ha revelado que es así. Como creyentes sabemos que en nosotros mismos, merecemos únicamente el rechazo y la condenación de Dios, pero también sabemos que por razones que competen exclusivamente a Su soberanía, Dios nos ha elegido para ser Sus hijos, y en Su propio tiempo y manera nos ha traído uno por uno a la fe salvadora en Jesucristo. Por otra parte, también sabemos que nuestra voluntad humana jugó un papel en nuestra salvación. Jesús dijo: "Todo lo que el Padre me da, vendrá a Mí". Esto corresponde a la opción de la voluntad de Dios; pero Jesús también dijo inmediatamente a continuación: "y al que a Mí viene, no le echo fuera" (Jn. 6:37). Esta es la decisión que el hombre toma por voluntad propia, a la cual Dios da acceso gratuito en Su gracia a todos los que creen en Su Hijo.

Para continuar con su sencilla proclamación de la rectitud y justicia soberanas de Dios en lugar de un intento limitado de explicación de su parte, Pablo le devuelve una pregunta a quienes se atrevan a cuestionar al Señor. El apóstol dice a los contradictores: Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? En otras palabras, es una blasfemia el simple hecho de cuestionar, para no mencionar el de negar, el derecho que Dios tiene de hacer que los hombres le rindan cuentas cuando son cautivos de Su voluntad soberana

Es obvio a partir de las palabras empleadas por Pablo que las personas que hacen esa clase de preguntas no se han dispuesto para buscar la verdad de Dios sino su propia justificación. En un intento por excusarse en medio de su propia incredulidad, pecaminosidad, ignorancia y rebelión espiritual, esa clase de gente optaría por acusar a Dios de injusticia. No obstante, puesto que el entendimiento humano es tan limitado, hasta las preguntas más sinceras acerca de la elección y predestinación soberanas de Dios quedan sin ser respondidas en últimas. Como ya se indicó, es una de las muchas verdades acerca de Dios que debemos aceptar por fe, por el simple hecho de que Él las ha revelado como tales en Su Palabra.




COMENTARIO DESTACADO DEL DÍA DE HOY


ROMANOS  

John MacArthur lleva al lector a través de un estudio expositivo del libro de Romanos según lo registrado por el apóstol Pablo. La mayoría de los grandes avivamientos y reformas en la historia de la iglesia han estado relacionados directamente con esta carta. Responde a muchas preguntas del hombre y de Dios; y nos habla hoy día con el mismo efecto con que habló a los hombres del primer siglo. MacArthur aborda el registro de Pablo de las buenas nuevas del Evangelio para la seguridad del creyente en Cristo.










TRADUCCIÓN