sábado, 24 de diciembre de 2016

DIOS LOS ENTREGÓ 23 diciembre






PREGUNTA Y RESPUESTA DE DICIEMBRE 23 - 24 DE 2016

DIOS LOS ENTREGÓ (ROMANOS 1)

“Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre si sus propios cuerpos”  Romanos 1:24 
   

Por lo cual se refiere a las razones que Pablo acabó de dar en los versículos anteriores, 18-23. Aunque Dios se reveló a sí mismo ante el hombre (vv. 19-20), el hombre rechazó a Dios (v. 21) y después justificó con razonamientos ese rechazo (v. 22; cp. v. 18b), para después crear a su antojo dioses substitutos (v. 23). Debido a que el hombre abandonó a Dios, Dios abandonó a los hombres, los entregó. Es ese abandono divino y sus consecuencias lo que Pablo desarrolla en los versículos 24-32, el pasaje más espinoso y escalofriante de toda la epístola.

Paradidomi (entregó) es un verbo de mucha intensidad. En el Nuevo Testamento se usa con respecto a entregar el cuerpo para ser quemado (1 Cor. 13:3) y en tres ocasiones sobre Cristo, quien se entregó a sí mismo (Gál. 2:20; Ef. 5:2, 25). Se emplea en un sentido jurídico para referirse a meter un hombre en prisión (Mr. 1:14; Hch. 8:3), llevarlo a juicio (Mt. 5:25; 10:17, 19, 21; 18:34) y a los ángeles rebeldes cuando son entregados a prisiones de oscuridad (2 P. 2:4). También se usa para expresar la manera como Cristo encomendaba Su causa al cuidado de Su Padre (1 P. 2:23) y también la entrega que el Padre hizo de Su Hijo a una muerte propiciatoria (Rom. 4:25; 8:32). La entrega o abandono de la humanidad pecadora por parte de Dios tiene dos sentidos. Por un lado, en un sentido indirecto, Dios los entregó con el simple hecho de retirar Su mano restrictiva y protectora, permitiendo que las consecuencias del pecado tomaran su curso inevitable y destructivo. El pecado degrada al hombre, degrada la imagen de Dios en la que ha sido creado, y lo despoja de dignidad, paz mental y una consciencia limpia. El pecado destruye relaciones personales, matrimonios, familias, ciudades y naciones. También destruye iglesias. Thomas Watson dijo: "El pecado... pone guijarros en nuestro pan y ajenjo en nuestras bebidas" (A Body of Divinity [Carlisle, Pa.: Banner of Truth, 1983, reimpresión], p. 136).

A los hombres caídos no les preocupa su pecado sino únicamente el dolor que sienten debido a las consecuencias desagradables que trae el pecado. Alguien ha dicho correctamente que el pecado tendría menos adeptos si las consecuencias fueran inmediatas. Por ejemplo, a muchas personas les preocupan en gran manera las enfermedades venéreas, pero les fastidia la sugerencia de evitarlas con la restricción de la promiscuidad y las perversiones sexuales. En vez de adherirse a los estándares de pureza moral de Dios, tratan de librarse de las consecuencias de su impureza. Recurren a la consejería, a la medicina, al psicoanálisis, a las drogas, a los viajes y a un sinnúmero de otros medios para escapar de lo que no pueden escaparse mientras su pecado no sea quitado.

Se dice que un armiño prefiere morir a ensuciar su hermosa piel; este animal realiza grandes esfuerzos para protegerla. El hombre no tiene una inclinación parecida cuando está expuesto a la contaminación del pecado. Él no puede mantenerse puro a sí mismo y ni siquiera tiene el deseo natural de hacerlo. No toda la ira de Dios está reservada para el futuro. En el caso de la promiscuidad sexual, quizás de manera más específica y severa que en cualquier otra área de la moralidad, Dios ha derramado continuamente Su ira divina mediante las enfermedades venéreas. En relación a las otras manifestaciones incontables de impiedad, Él derrama Su ira que se manifiesta en la soledad, la frustración, la falta de sentido, la ansiedad y la desesperanza que son tan características de la sociedad moderna. A medida que la humanidad en su sofisticación y autosuficiencia se aleja más y más de Dios, Dios los entrega a las consecuencias de su rebelión espiritual y moral en su contra. El comentarista Alan F. Johnson dijo: "Sin Dios no quedan verdades inmutables, ni principios y normas perdurables, y el hombre queda abandonado en medio de un mar de especulación y escepticismo donde trata infructuosamente de salvarse a sí mismo" (The Freedom Letter [Chicago: Moody-1974]).

El abandono divino de los hombres a su propio pecado del que Pablo habla aquí no es un abandono eterno. Mientras los hombres sigan con vida, Dios provee oportunidades para su salvación. Esa es la maravilla de las buenas nuevas de la gracia de Dios, que Pablo desarrolla más adelante en la epístola. AI igual que la mujer del mismo nombre en el Antiguo Testamento, la Jezabel que estaba tratando de descarriar a la iglesia en Tiatira, era la personificación de la impiedad idolatra e inmoral; y sin embargo el Señor en Su gracia le dio la oportunidad de arrepentirse (véase Ap. 2:20-21). A pesar de su ira justa contra el pecado, Dios es paciente hacia los pecadores: "no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento" (2 P. 3:9). 

En un segundo sentido directo, Dios entregó y abandonó a la humanidad rebelde con actos específicos de juicio. La Biblia está repleta de relatos de la ira divina que se derrama directa y sobrenaturalmente sobre los hombres pecadores. El diluvio en el tiempo de Noé y la destrucción de Sodoma y Gomorra, por ejemplo, no fueron consecuencias naturales e indirectas del pecado sino expresiones abiertas y sobrenaturales del juicio de Dios contra pecadores que no se habían arrepentido de sus infamias.



COMENTARIO DESTACADO DEL DÍA DE HOY


ROMANOS

John MacArthur lleva al lector a través de un estudio expositivo del libro de Romanos según lo registrado por el apóstol Pablo. La mayoría de los grandes avivamientos y reformas en la historia de la iglesia han estado relacionados directamente con esta carta. 
Responde a muchas preguntas del hombre y de Dios; y nos habla hoy día con el mismo efecto con que habló a los hombres del primer siglo.






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