“Josué, el gran
sacerdote, el cual estaba delante del ángel de Jehová” Zacarías 3:1
En Josué, el gran sacerdote, vemos una imagen de todos los hijos de Dios,
los cuales han sido hechos cercanos por la sangre de Cristo y han sido
enseñados a servir en las cosas santas y a entrar hasta dentro del velo. Jesús
nos ha hecho reyes y sacerdotes para Dios, y aun aquí en la tierra ejercemos el
sacerdocio de una vida consagrada y de un servicio santificado. Pero se dice
que este gran sacerdote “estaba delante de Jehová”; esto es, estaba para
ministrar. Esta debiera ser la perpetua posición de todo verdadero creyente.
Todo lugar es ahora templo de Dios, y los creyentes pueden servir al Señor
tanto en sus ocupaciones diarias como en sus casas. Ellos están siempre
“ministrando”, ofreciendo sacrificios espirituales de oración y alabanza, y
presentándose como “sacrificio vivo”. Pero, observa dónde estaba Josué para
ministrar: “estaba delante del ángel de Jehová”.
Es sólo por
medio de un mediador que nosotros, impuros pecadores, podemos llegar a ser
sacerdotes para Dios. Lo que tengo lo presento delante del mensajero, el
ángel del pacto, el Señor Jesús; y por medio de él mis oraciones, ocultas en
las suyas, son aceptadas, y mis alabanzas se hacen fragantes al ser atadas con
los manojos de mirra, áloes y casia del jardín de Cristo. Si no le puedo llevar
otra cosa que lágrimas, él las pondrá con las suyas en su redoma, pues él
también lloró una vez. Si no le puedo llevar otra cosa que gemidos y suspiros,
él los aceptará como sacrificio acepto, pues una vez él también sintió
quebrantado su corazón y gimió profundamente en espíritu. Yo mismo, estando
delante de él, soy acepto en el Amado; y todas mis contaminadas obras, aunque
en sí mismas sólo merecen el aborrecimiento divino, son, sin embargo, recibidas
de tal manera que Dios percibe en ellas olor de suavidad. El está satisfecho y
yo soy bendecido.
CHARLES SPURGEON
- (Dev. “LECTURAS MATUTINAS”)