“Evita
cuestiones necias” Tito 3:9
Nuestros días son pocos, y cuando hacemos bien, los empleamos mucho mejor
que cuando disputamos sobre asuntos que, en el mejor de los casos, son de menor
importancia. Los antiguos escolásticos ocasionaron mucho mal con sus incesantes
discusiones sobre asuntos que carecen de importancia práctica. Nuestras
iglesias padecen mucho de discusiones sin importancia sobre puntos obscuros y
cuestiones insignificantes. Una vez que todo lo que podía decirse ha sido
dicho, ninguno de los dos bandos resulta más sabio que el otro, y, en
consecuencia, la discusión no fomenta ni el conocimiento ni el amor. Es una
tontería sembrar en terreno tan estéril. Cuestiones sobre detalles que la
Biblia calla, sobre misterios que pertenecen sólo a Dios, sobre profecías de
dudosa interpretación y sobre maneras de observar ceremonias humanas, son todas
cuestiones necias que los hombres sabios evitan. Nuestra tarea no es preguntar ni responder cuestiones necias, sino evitarlas
enteramente.
Y si observamos el precepto del apóstol (Tito 3:8), de procurar gobernarnos
por buenas obras, nos hallaremos muy ocupados en trabajos provechosos, y así no
tomaremos mucho interés en contenciones indignas e inútiles. Hay, sin embargo,
algunas cuestiones que no son necias y que no deben ser evitadas, sino
imparcial y honestamente encaradas. He aquí algunas: ¿Creo yo en el Señor
Jesucristo? ¿Ha sido renovado mi espíritu? ¿Ando yo, no según la carne, sino
según el Espíritu? ¿Estoy creciendo en la gracia? ¿Adorna mi conversación la
doctrina de Dios mi Salvador? ¿Estoy esperando la venida del Señor y velando
como un siervo que aguarda a su amo? ¿Qué más puedo hacer por Jesús? Preguntas
de esta clase demandan urgentemente nuestra atención. Si hemos estado
entregados a cavilaciones, ocupemos desde ahora nuestros talentos en trabajos
más provechosos. Seamos pacificadores y enseñemos a otros, que “eviten
cuestiones necias”.
CHARLES
SPURGEON - (Dev. “LECTURAS MATUTINAS”)