“Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven.” Cantares 2:10
¡He aquí, oigo
la voz de mi Amado! ¡El me habla! El buen tiempo se presenta sonriente sobre la
faz de la tierra, y Jesús no quiere tenerme espiritualmente dormido, mientras
la naturaleza se está despertando del sueño invernal. El me ruega que me
levante; y tiene razón, pues he estado mucho tiempo entre las ollas de la
mundanalidad. El se levantó, y yo me levanté en él. ¿Por qué entonces tengo que
estar apegado al polvo? De los amores, de los propósitos y de las aspiraciones
inferiores quiero elevarme a él. El me llama con el dulce nombre de “amiga
mía”, y me considera hermosa. Este es un buen motivo para que me levante. Si él
tanto me elevó y me trata tan amablemente, ¿cómo puedo permanecer en las
tiendas de Cedar y hallar agradables compañías entre los hijos de los hombres?
El me dice: “Ven”. El me llama para ir lejos, muy lejos de todo lo que es
egoísta, rastrero, mundano, pecador; sí,
me llama del mundo exteriormente religioso, que no lo conoce a él y no
simpatiza con el misterio de la vida superior.
“Ven” no tiene
en mis oídos un sonido desagradable, pues, ¿qué hay en este desierto de vanidad
y de pecado que pueda sostenerme? ¡Oh, Señor mío!, tú quieres que vaya a ti;
pero yo estoy preso entre las espinas y no puedo zafarme de ellas como deseo.
Yo quisiera, si fuese posible, no tener ojos, ni oídos, ni corazón para el
pecado. Tú me llamaste a ti mismo, diciendo: “Ven”, y es este, en verdad, un llamado
melodioso. Ir a ti es ir del destierro al hogar; es llegar a tierra salvado de
furiosa tormenta; es ir al descanso después de mucho trabajo; es ir a la meta
de mis deseos y a la cumbre de mis anhelos. Pero, Señor, ¿cómo puede una piedra
levarse, cómo puede una masa de barro salir del horrible abismo? ¡Oh levántame,
atráeme! Tu gracia puede hacerlo. Envía a tu Santo Espíritu a encender la
sagrada llama de tu amor en mi corazón, y seguiré levantándome.
CHARLES SPURGEON - (Dev. “LECTURAS MATUTINAS”)