En el libro de
Lucas, vemos otra vez que la sociedad estaba en total conmoción.
El pueblo
reclamaba porque la influencia, la autoridad y el lugar donde el testimonio de
Dios habitó físicamente, estaba siendo dominado por una potencia extranjera.
Estoy seguro de
que hubo reuniones de oración y la gente estaba clamando a Dios, porque había
religiosos y devotos en esa generación. Sin embargo, mientras que todo el mundo
tenía una imagen mental de cómo debía ser el poder de Dios, de repente apareció
en escena algo que no fue entendido.
EL SUSURRO EN
UN PESEBRE.
Nadie esperaba
que Dios mostrara su poder y diera a su pueblo la fuerza para seguir adelante
de la forma en que lo hizo. En medio de todas las voces y el canto de los religiosos,
apareció el poder de Dios –¡y fue la voz de un niño! No fue el viento, ni el
fuego, ni un terremoto– fue un susurro en un pesebre. Sin embargo, ¿Quién fue
capaz de oírlo?
Los religiosos no pudieron oírlo. La gente de
influencia no pudo oírlo. Las personas centradas en sí mismas no pudieron oírlo; Tampoco
pudieron los romanos, que tenían la intención de dominar con su poderío. Y por
eso Dios se dirigió a unos pastores en un campo, rasgó el velo del tiempo y la
eternidad, y envió ángeles de los cuales brotó el canto: "Gloria a Dios en
las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres"
(Lucas 2:13-14). En otras palabras: "Todo aquello que has deseado ha
llegado".
ESTAR EN
SILENCIO PARA PODER ESCUCHAR.
Aquellos
pastores se levantaron y fueron al pesebre, tan sólo para encontrar nada más
que el susurro de un bebé. Debe haber sido una voz tan quieta que cada uno
tenía que estar en silencio a fin de oírla. Sin embargo, al final: "los
pastores [volvieron] glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que
habían oído y visto, como se les había dicho" (Lucas 2:20).
¡En lo natural,
esto habría sido considerado como locura! Pero la pequeña voz era el poder de
Dios dándose a conocer al hombre, una vez más.
CARTER CONLON - (DEVOCIONAL DIARIO “ORACIONES”)