Imagina la
angustia de Saulo cuando Cristo lo enfrentó cerca de Damasco con una realidad
dolorosa. El Señor le dijo a Saulo: "Yo soy Jesús, a quien tú persigues" (Ver Hechos
9:4-5). Saulo había pensado que estaba tratando simplemente con
personas, haciendo el trabajo de Dios para erradicar a los herejes judíos.
Saulo fue
sacudido con la verdad: "Jesús tiene un cuerpo espiritual. Él es la cabeza
y su cuerpo, es decir, sus hijos aquí en la tierra, están conectados a la cabeza.
Es un solo cuerpo, formado por los creyentes que son carne de su carne, y
cualquier persona que esté contra uno de ellos está en realidad contra
él".
CAUSANDO DOLOR
A JESUS.
Cada
"persona de Jesús" a quien Saulo había perseguido y encarcelado -todo
lo que había dicho y hecho en contra de ellos- Cristo mismo lo había sentido en
forma personal. La confrontación de Saulo con esta verdad cambió su vida.
Luego, como
apóstol Pablo, fue creciendo para comprender cuán profundamente Dios ama a su
Iglesia. Llegó a ver que, a los ojos del Señor, la Iglesia era una perla
costosa. También era una novia sin
mancha para su Hijo, un cuerpo corporativo e invisible, formado por sus
hijos de toda raza y nación de la tierra, comprados por su sangre.
UNA IMPORTANTE
VERDAD.
Estoy
convencido de que no tomamos esta verdad tan seriamente como deberíamos. Una
comprensión total significaría el fin de todos los resentimientos en la
Iglesia… el fin de toda amargura... el fin de todo prejuicio, competencia
carnal, orgullo, chisme y división.
“Para que no
haya desavenencia [división o discordia] en el cuerpo, sino que los miembros
todos se preocupen los unos por los otros (1ª Corintios 12:25).
DAVID WILKERSON - (DEVOCIONAL DIARIO “ORACIONES”)