“El Señor […]
es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.” 2ª Pedro 3:9 (Leer: 2ª Pedro 3:8-15)
Mientras iba en un autobús del aeropuerto, unos pasajeros
le dijeron al conductor que se detuviera. Parecía que no llegaríamos a tiempo
para el otro vuelo, y esto sacó de quicio a uno de los pasajeros. Explotó
contra el chofer, insistiendo en que ignorara la orden o lo demandaría. Justo
en ese momento, un empleado llegó a toda velocidad, con un maletín. Miró al
hombre enojado y, con actitud triunfante, se lo mostró. Tras recuperar el
aliento, dijo: «Olvidó su maletín. Escuché que tenía una reunión muy importante,
y supuse que lo iba a necesitar».
A veces, me
impaciento con Dios; en especial, respecto a su retorno. Me pregunto: ¿Qué está
esperando? Las tragedias que
nos rodean, el sufrimiento de seres queridos e, incluso, las tensiones de la
vida diaria parecen mayores que las soluciones que se vislumbran en el
horizonte.
Entonces, alguien relata su historia de cómo conoció a
Jesús, o yo mismo descubro que Dios sigue obrando en medio de los desastres.
Eso me recuerda lo que aprendí aquel día en el autobús. Dios conoce historias y
detalles que yo ignoro, y me trae a la mente que hay otras personas aparte de
mí y que debo confiar en Él. Todo se trata del plan de Dios para dar tiempo a
que otros conozcan a su Hijo (2ª Pedro 3:9).
Señor, ayúdame a ser paciente, como lo eres tú.
Espera y testifica hasta que Jesús vuelva.
(La Biblia en
un año: Hechos 12:1-25)
RANDY KILGORE -
(Devocional “NUESTRO PAN DIARIO")