Incluso ahora
en mi mente tengo frescas las caras de impotencia que vi en el corazón del
Bronx. Rostros de todas las formas, colores y edades. Niños y niñas, hombres y
mujeres, negros, blancos, asiáticos, hispanos. Muchos se perdieron. Muchos
necesitaban a Jesús.
Estábamos en la
etapa final de un período de seis semanas de campaña a las ciudades interiores
de Nueva York. Durante semanas habíamos estado evangelizando en las calles,
conduciendo eventos en las esquinas de los vecindarios por toda la ciudad, e
invitando a la vez a la gente a nuestro evento final en el Bronx.
Recuerdo haber
estado en la plataforma frente a varios miles de personas. Nuestro escenario
fue instalado al final de una calle larga y estrecha en uno de los barrios más
infestados con drogas de todo Nueva York. Edificios de apartamentos de gran
altura se elevaban a cada lado.
Por varios
segundos simplemente estuve de pie, examinando la multitud. Había pandillas de
colores por todas partes. Prostitutas, traficantes y adictos, se encontraban
dispersos entre la multitud, esperando escuchar lo que yo tenía que decir. Eché
un vistazo a los edificios y vi gente que asomaba por sus ventanas y niños
amontonados en las escaleras de incendios. Se juntaban adolescentes tanto como
madres y padres que observaban.
Yo oraba en mi
corazón: "Querido Jesús. Míralos. Tanta gente pobre y herida -gente que te
necesita-. Abre sus ojos, Señor. Toca
sus corazones. ¡Usa mis palabras para llevarlos a ti! "
Cuando empecé a
compartir mi testimonio, sentí una calma cayendo en el vecindario. No podía
creer lo atentas que las personas estaban. La sensación es imposible de
describir. Es la presencia de Dios. Es la retirada total de las tropas enemigas
mientras el Espíritu de Dios se mueve y se instala en una muchedumbre de
personas.
Mientras
hablaba pude sentir el Espíritu Santo envolviendo a la multitud, trabajando en
sus corazones, llevando a muchos a la convicción. Antes de que tuviera la
oportunidad de invitar a la gente para que acepten a Jesús, decenas fluían hacia
el escenario, cayendo de rodillas al suelo en arrepentimiento.
Cientos pasaron
adelante para recibir a Jesús esa noche. Dios trajo tal ola de convicción que
quedamos sobrecogidos por la respuesta. Quedamos completamente asombrados por
la obra que Dios estaba haciendo en este vecindario herido y abandonado.
"Y ellos, saliendo, predicaron en todas
partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la
seguían." (Marcos 16:20).
NICKY CRUZ - (DEVOCIONAL DIARIO “ORACIONES”)