DIOS BENDICE AL HOMBRE (MUJER)
ESPIRITUAL
Por Faustino de Jesús Zamora Vargas
“Pues han nacido de nuevo, no de una
simiente corruptible, sino de una que es incorruptible, es decir, mediante la
palabra de Dios que vive y permanece.” 1
Pedro 1:23
“La ley del SEÑOR es perfecta, que
restaura el alma; El testimonio del SEÑOR es seguro, que hace sabio al
sencillo.” Salmos 19:7
El hombre (mujer) espiritual es aquel que ha nacido del Espíritu y por
tanto es una nueva creación de Dios, una hechura de Dios en Jesucristo, su
Hijo; dice la Palabra. Parecería contraproducente expresar que el Señor bendice
al hombre que ha nacido en el salón de parto de su gracia, pero no hay contradicción.
Justamente porque hay otro hombre, cristiano además, por añadidura, que
habiendo conocido a Dios a través de Cristo, pugna con él para establecer su
propio señorío prefiriendo de este modo ejercer control sobre su vida y dejando
a un lado la influencia del Espíritu en ella. Según la Biblia (1 Corintios 3:1-2) este es el
cristiano carnal o inmaduro.
A menudo escuchamos expresiones como esta: no tengo el fruto completo
del Espíritu; tengo fe, pero me cuesta trabajo expresar el amor; trato de ser
bondadoso, pero no tengo dominio sobre mis reacciones y emociones y no puedo
contenerme; me enojo con facilidad y sé que doy un mal testimonio. ¿Qué puedo
hacer? Amados hermanos, las Escrituras hablan por sí sola en este crucial
renglón de la vida en Cristo. Por mucho tiempo yo también pensé de esta manera
y llegué a sentirme miserable y lleno de culpabilidad delante de Dios. El fruto del Espíritu es uno y el Espíritu
lo da completo cuando uno viene a los pies de Cristo y le entrega la vida.
Lo que sucede verdaderamente es que el cristiano carnal vive en la energía de
su egocentrismo y su propia voluntad y no en el poder del Espíritu.
Somos conscientes de que hemos nacido de nuevo, pero coqueteamos con la
vieja naturaleza y el antiguo yo y no rendimos a Dios aquellas áreas de la vida
que tienen que ser restauradas y que él quiere transformar. “Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo,
paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio;
contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:22-23).