«Si me ponen
una carga encima y otro de inmediato la quita y la pone sobre sí», dijo Meister
Eckhart, «no me significa ninguna diferencia, tanto si se trata de uno como de
cien kilogramos».
En las
Escrituras parecen reconocerse tres clases de cargas. Primero, la carga de la
ayuda amante que se nos amonesta que nos demos unos a otros: «Sobrellevad los
unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo» (Gálatas 6:2). En
segundo lugar, la carga de la responsabilidad moral que nadie puede pasar a
otro. «Porque cada uno llevará su propia carga» (Gálatas 6:5). En tercer lugar,
la carga resultante de nuestro estado caído consistente en pecado, temor,
preocupación, frustraciones, dolores, remordimientos, recuerdos amargos y autoacusaciones.
La primera
carga nunca hizo daño a un alma. La segunda puede incluso llegar a ser una
fuente de consuelo si nuestros corazones son rectos. Es el tercer tipo de carga el que envejece, causa arruga y mata. Y
no hay ninguna razón válida por la que tengamos que seguir llevándola (o
llevándolas, porque hay muchas de esta clase). «Echa sobre Jehová tu carga, y
él te sustentará» (Sal. 55:22). Esto es lo que el buen Eckhart tenía en mente
cuando sugirió que ninguna carga sería más pesada que otra si el Señor la
llevaba por nosotros.
Las cargas
innecesarias están aplastando a la gente y agostando sus vidas cada día. Las
instituciones mentales están rebosantes y los psiquiatras están haciendo un
enorme negocio porque la carga de vivir se está haciendo mayor que lo que
podemos soportar. La civilización no ha disminuido nuestras cargas excepto en
lo que atañe al cuerpo; las cargas del corazón se están haciendo cada vez más
numerosas, y la ciencia no ha hallado remedio alguno. La voz sedosa del
facultativo puede que alivie la mente por un tiempo, pero la enfermedad está demasiado
ahondada para que vaya a ceder ante medidas tan inadecuadas.
Lo cierto es
que podríamos vivir más y mejor y ser mucho más dichosos y útiles si
aprendiéramos a echar nuestras cargas sobre el Señor. Entonces no importaría lo
pesadas que fueran, porque Él las llevaría por nosotros.
A. W. TOZER - (“CAMINAMOS
POR UNA SENDA MARCADA")


