¿QUIÉN DICES QUE SOY?
Con esta breve
pregunta, Jesucristo confrontó a Sus seguidores con el tema más importante que
jamás habían enfrentado. Él había pasado bastante tiempo con ellos y había
hecho declaraciones impactantes de Su identidad y autoridad. Y tú ¿quién dices
que es Jesús? Tu respuesta determinará
tus valores, estilo de vida, y también tu destino eterno. Considera lo
que la Biblia dice acerca de Jesús.
JESÚS ES DIOS. Cuando Jesús estuvo
en la tierra hubo mucha confusión acerca de Quién era Él. Algunos pensaron que
era un hombre sabio o gran profeta.
Otros pensaron que
estaba loco. Y otros permanecieron indecisos o indiferentes. Pero Jesús dijo:
“Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30). Eso quiere decir que Él decía ser nada
menos que Dios en carne humana.
Hoy en día mucha
gente no entiende el hecho de que Jesús declarara ser Dios. Estas personas son
felices pensando que Él era poco más que un gran maestro moral. Pero aún Sus
enemigos entendieron las declaraciones que Él hizo de Su deidad, por esta razón
ellos trataron de apedrearlo hasta matarlo (Juan 5:18; 10:33) y eventualmente
lo crucificaron (Juan 19:7). Un escritor llamado C.S. Lewis escribió: “ Tú
puedes tacharlo de necio, tú puedes escupirle y matarlo como a un demonio o tú
puedes caer a Sus pies y llamarlo Señor y Dios. Pero no salgamos con ideas
absurdas de que Él fue un gran maestro. Él no nos ha dejado abierta esa posibilidad.
Esa nunca fue Su intención” (Mere Christianity [Macmillan, 1952], pgs.40-41).
Si las declaraciones Bíblicas de Jesús son verdaderas, ¡Él es Dios!
JESÚS ES SANTO. Dios
es absoluta y perfectamente santo (Isaías 6:3), por lo tanto Él no puede cometer
o aprobar el mal (Santiago 1:13). Como Dios, Jesús poseía todo elemento de la
persona de Dios. Colosenses 2:9 dice, “En él habita corporalmente toda la
plenitud de la Deidad.” Él era perfectamente Santo (Hebreos 4:15). Sus mismos
enemigos no podían probar acusación alguna en contra de Él (Juan 8:46). Dios
también requiere santidad de nosotros. 1ª Pedro 1:16: “Sed santos, porque yo
soy santo.”
JESÚS ES EL SALVADOR. Nuestra desobediencia a Dios -al no ser santos- nos coloca en una situación en la que nos encontramos en peligro de castigo eterno (2ª Tes 1:9). La verdad es que no podemos obedecerlo porque no tenemos ni el deseo ni la capacidad de hacerlo. Por naturaleza somos rebeldes contra Dios (Efesios 2:1-3). La Biblia llama a nuestra rebelión “pecado.”
JESÚS ES EL SALVADOR. Nuestra desobediencia a Dios -al no ser santos- nos coloca en una situación en la que nos encontramos en peligro de castigo eterno (2ª Tes 1:9). La verdad es que no podemos obedecerlo porque no tenemos ni el deseo ni la capacidad de hacerlo. Por naturaleza somos rebeldes contra Dios (Efesios 2:1-3). La Biblia llama a nuestra rebelión “pecado.”
De acuerdo a la
Escritura, todo ser humano es culpable de pecado: “No hay hombre que no peque”
(1ª Reyes 8:46). “Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de
Dios” (Romanos 3:23). Y somos incapaces de cambiar nuestra condición
pecaminosa. Jeremías 13:23 dice: “¿Mudará el etíope su piel y el leopardo sus
manchas? Así también: ¿podréis vosotros hacer bien, estando habituados a hacer
mal?”
Eso no quiere decir que somos incapaces de llevar a cabo actos de bondad humana. Hasta podemos estar involucrados en diversas actividades religiosas o humanitarias. Pero somos absolutamente incapaces de entender, amar o agradar a Dios por nosotros mismos. La Biblia dice: “No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno” (Romanos 3:10-12).
La santidad y justicia de Dios demandan que todo pecado se castigue con la muerte: “El alma que pecare, esa morirá” (Ezequiel 18:4). Para nosotros eso es difícil de entender porque tendemos a evaluar el pecado en una escala relativa, pensando que algunos pecados no son tan graves como otros. No obstante, la Biblia enseña que todos los actos de pecado son el resultado de pensamientos pecaminosos y deseos perversos.
Eso no quiere decir que somos incapaces de llevar a cabo actos de bondad humana. Hasta podemos estar involucrados en diversas actividades religiosas o humanitarias. Pero somos absolutamente incapaces de entender, amar o agradar a Dios por nosotros mismos. La Biblia dice: “No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno” (Romanos 3:10-12).
La santidad y justicia de Dios demandan que todo pecado se castigue con la muerte: “El alma que pecare, esa morirá” (Ezequiel 18:4). Para nosotros eso es difícil de entender porque tendemos a evaluar el pecado en una escala relativa, pensando que algunos pecados no son tan graves como otros. No obstante, la Biblia enseña que todos los actos de pecado son el resultado de pensamientos pecaminosos y deseos perversos.
Ésa es la razón por
la que cambiar únicamente nuestros patrones de conducta, no puede resolver
nuestro problema de pecado o eliminar sus consecuencias. Necesitamos ser
cambiados internamente para que nuestros pensamientos y deseos sean santos.
Jesús es el único que nos puede perdonar y transformar, y de esta manera,
librarnos del poder y de la paga del pecado: “Y en ningún otro hay salvación;
porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombre en que podamos ser
salvos” (Hechos 4:12).
Aunque la justicia de
Dios demanda la muerte por el pecado, Su amor ha provisto un Salvador, Quien
pagó el precio y murió por los pecadores: “…Cristo padeció una sola vez por los
pecadores, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (1ª Pedro 3:18).
La muerte de Cristo cumplió el requisito que la justicia de Dios demanda y de
esta manera, hizo posible que Dios perdonara y salvara a aquellos que creen en
Él (Romanos 3:26). Juan 3:16 dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que
ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda,
mas tenga vida eterna. Sólo Él es nuestro gran Dios y Salvador (Tito 2:13).
JESÚS ES EL ÚNICO CAMINO ACEPTABLE DE FE SALVADORA. Algunas personas piensan que no importa lo que alguien crea, siempre y cuando la persona sea sincera. Pero sin un objeto válido tu fe no sirve.
JESÚS ES EL ÚNICO CAMINO ACEPTABLE DE FE SALVADORA. Algunas personas piensan que no importa lo que alguien crea, siempre y cuando la persona sea sincera. Pero sin un objeto válido tu fe no sirve.
Si tú bebes veneno
-pensando que es medicina- toda la fe del mundo no va a restaurar tu salud. De
la misma manera, si Jesús es la única fuente de salvación y estás confiando en
alguien ó algo más para tu salvación, tu fe no sirve. Muchas personas creen que
hay muchos caminos para llegar a Dios y que cada religión representa una parte
de la verdad. Pero Jesús dijo, “Yo soy el camino, la verdad, y la vida; nadie
viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). Él no dijo que era uno de muchos
caminos legítimos para llegar a Dios o el camino a Dios sólo para esa época. Él
dijo ser el único camino a Dios-en ese entonces y para siempre.
JESÚS ES SEÑOR. El pensamiento
contemporáneo dice que el hombre es el producto de la evolución. Pero la Biblia
dice que fuimos creados por un Dios personal para amarlo, servirlo y disfrutar
una comunión eterna con Él. El Nuevo Testamento revela que Jesús Mismo fue
Quien creó todo (Juan 1:3; Colosenses 1:16). Por lo tanto, Él también es dueño
de y tiene autoridad sobre todo (Salmo 103:19). Eso quiere decir que tiene
autoridad sobre nuestras vidas y le debemos devoción absoluta, obediencia y
adoración.
Romanos 10:9 dice:
“Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que
Dios le levantó de los muertos, serás salvo.” Confesar a Jesús como Señor
quiere decir someterse humildemente a Su autoridad (Filipenses 2:10-11). Creer
que Dios lo ha levantado de los muertos quiere decir que confías en el hecho
histórico de Su resurrección—el pináculo de la fe Cristiana y la manera en la
que el Padre afirmó la deidad y autoridad del Hijo (Romanos 1:4; Hechos
17:30-31).
La verdadera fe siempre está acompañada de arrepentimiento del pecado. El arrepentimiento es más que simplemente sentirnos mal por el pecado. Es estar de acuerdo con Dios en que eres pecador, confesar tus pecados a Él, y tomar una decisión consciente de dejar el pecado y seguir la santidad (Isaías 55:7). Jesús dijo, “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15); y “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos” (Juan 8:31).
La verdadera fe siempre está acompañada de arrepentimiento del pecado. El arrepentimiento es más que simplemente sentirnos mal por el pecado. Es estar de acuerdo con Dios en que eres pecador, confesar tus pecados a Él, y tomar una decisión consciente de dejar el pecado y seguir la santidad (Isaías 55:7). Jesús dijo, “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15); y “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos” (Juan 8:31).
No es suficiente
creer ciertos hechos de Cristo. Hasta Satanás y sus demonios creen en el Dios
verdadero (Santiago 2:19), pero no lo aman ni lo obedecen. Su fe no es genuina.
La verdadera fe salvadora siempre responde en obediencia (Efesios 2:10). Jesús
es el Señor soberano. Cuando lo obedeces estás reconociendo Su señorío y te
estás sometiendo a Su autoridad. Eso no quiere decir que tu obediencia siempre
será perfecta, pero esa es tu meta. No hay área de tu vida que rehúses entregársela.
JESÚS ES EL JUEZ. Todos los que
rechacen a Jesús como su Señor y Salvador lo enfrentarán un día como su Juez:
“Dios…ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por
cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por
aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los
muertos” (Hechos 17:30-31).
Segunda de
Tesalonicenses 1:7-9 dice: “Cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo
con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que
no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los
cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y
de la gloria de su poder.”
(Extraído del libro
“La voluntad de Dios”, escrito por el Pastor John MacArthur y publicado por
Editorial Mundo Hispano.)


