EL MENSAJE DE ROMANOS
La Epístola de Pablo
a los Romanos es, sin duda alguna, el documento humano más poderoso que jamás
se ha escrito y es oro puro de principio a fin. Este es el libro que encendió
un fuego en el corazón de Martin Lutero y dio origen a la Reforma Protestante, cambiando
la historia de Europa, además del mundo. Este es el libro que conmovió
profundamente a John Wesley, estando sentado en una pequeña capilla en Londres,
escuchando el preludio a la Epístola a los Romanos de Lutero. Wesley dijo que
su corazón se había sentido especialmente alentado al escuchar la exposición
sobre las verdades de la Epístola a los Romanos. Por medio de él se produjo a
continuación el gran avivamiento evangélico que salvó a Inglaterra del destino
que le aguardó a Francia y frenó la decadencia de la vida inglesa, alterando
por completo y una vez más la historia del mundo.
Esta es la epístola
que produjo un profundo impacto a Karl Barth, que en nuestros días expuso
algunas de las poderosas verdades de esta epístola y logró captar, de ese modo,
la atención del mundo teológico, haciendo que alterase su postura de craso y
vacío liberalismo del siglo XIX y restauró una gran parte de la verdad en las
iglesias europeas. Lo cierto es que
millones de vidas han sido drásticamente transformadas leyendo la epístola a
los Romanos.
Hubo un tiempo en que
una iglesia que conozco en Montana fue considerada como la iglesia más liberal
de la ciudad de Great Falls. El pastor estuvo en una ocasión en Chicago y fue a
la Iglesia Moody para enterarse de lo que estaban diciendo los
fundamentalistas, deseando encontrar algo que criticar. Escuchó al Dr. Ironside
predicar sobre el libro de Romanos y le entregó un ejemplar de sus conferencias
acerca de Romanos. Este hombre leyó el libro en el tren de regreso a Montana y
para cuando llegó a Great Falls era un hombre transformado. Comenzó a proclamar
desde el púlpito las verdades del libro de Romanos y la iglesia fue
transformada. Así que he tenido la oportunidad de ser testigo de la
transformación que se ha producido en una iglesia liberal, convirtiéndose en un
testimonio evangélico en espacio de unos pocos años gracias al poder del libro
de Romanos.
Espero que al llegar
a esta epístola esto sirva para despertar el interés de los lectores. Fue
escrita por Pablo a los cristianos que se encontraban en Roma, mientras estaba
pasando unos meses en Corinto antes de subir a Jerusalén para llevar la famosa
cantidad de dinero que había sido recogida en las iglesias de Asia para los
santos necesitados de Jerusalén. No sabemos cómo empezaría la iglesia en Roma,
posiblemente lo hiciesen algunos cristianos que se habrían convertido en
Pentecostés y regresarían a la capital. Pablo les estaba escribiendo porque
había oído hablar acerca de la fe de ellos y deseaba satisfacerla al máximo,
deseando que se basase firmemente en la verdad. Por lo que esta epístola
constituye una magnífica explicación del mensaje total del Cristianismo y
contiene todas las doctrinas cristianas en alguna forma, además de ser un
panorama del maravilloso plan que tiene Dios para la redención del hombre.
Si no tuviésemos en nuestro poder ningún otro libro de la
Biblia más que éste, encontraríamos en él todas las enseñanzas cristianas que
al menos se mencionan aquí. Si consiguen ustedes captar en profundidad el mensaje
del libro de Romanos en su argumento total se sentirán ustedes perfectamente
familiarizados con cualquier otra parte de las Escrituras.
En la introducción,
que se encuentra en los primeros 17 versículos, Pablo nos escribe acerca de
Cristo, sobre los romanos cristianos y acerca de sí mismo. Como en cualquier
buena introducción, presenta en ella los principales temas de la epístola. La
epístola está realmente dividida en tres partes principales: del capítulo uno
al ocho, del nueve al 11, y del 12 al 16. Estas divisiones surgen de modo
natural unas de otras.
Como veremos, los
primeros ocho capítulos son explicaciones doctrinales acerca de lo que Dios
está haciendo con el hombre; su manera de redimir al hombre en todos sus
aspectos, es decir, en cuerpo, alma y espíritu. Los capítulos nueve al 11 son
un ejemplo para nosotros sobre el tema en la nación de Israel. Y de los
capítulos 12 al 16 encontramos la parte práctica sobre cómo se aplican estas
poderosas verdades a las situaciones humanas, por lo que el libro abarca todos
los aspectos de la vida. Si recuerdan ustedes ese breve bosquejo tendrán la
clave del libro de Romanos.
El primer tema
principal es acerca de Cristo, porque no hay Cristianismo sin él. El
Cristianismo no es un credo, es una vida, una vida que ha de vivirse de nuevo
en usted y, por lo tanto, es preciso aprender acerca de Cristo, que es el tema
de la epístola y es la nota con la que comienza.
A continuación Pablo escribe acerca de los cristianos romanos porque son exactamente como nosotros. De hecho, este es el problema principal con el que se enfrenta el cristianismo, los seres humanos como usted y como yo. Es lo que eran estos cristianos romanos; son el material básico con el que empieza Dios su obra. Todo lo que esta epístola describe sobre ellos se aplica a nosotros, de igual manera que todo lo que es verdad sobre nosotros es verdad con respecto a ellos. En tercer lugar, Pablo escribe sobre sí mismo porque es el ejemplo de lo que hará Cristo, es la "muestra A, es decir, un ejemplo vivo de la gracia de Dios. Todo esto tiene sencillamente el propósito de hacer visible y dejar claro lo que Dios tiene la intención de hacer en Cristo.
Esta epístola requiere ser tratada como un resumen. Al estudiar ciertos libros de la Biblia he intentado recoger los temas principales, los pensamientos más importantes del libro, a fin de captar la fuerza total del mensaje, pero esta epístola se desarrolla de una manera tan lógica que el mejor modo de exponerla es siguiendo el argumento, sin calentarse la cabeza por causa de los detalles, a fin de que podamos ver la lógica aplastante de la que se vale el apóstol para desarrollar su tema. Cuando hayamos acabado, veremos de qué modo tan magnífico ha captado y nos explica todas las poderosas verdades del Evangelio.
A continuación Pablo escribe acerca de los cristianos romanos porque son exactamente como nosotros. De hecho, este es el problema principal con el que se enfrenta el cristianismo, los seres humanos como usted y como yo. Es lo que eran estos cristianos romanos; son el material básico con el que empieza Dios su obra. Todo lo que esta epístola describe sobre ellos se aplica a nosotros, de igual manera que todo lo que es verdad sobre nosotros es verdad con respecto a ellos. En tercer lugar, Pablo escribe sobre sí mismo porque es el ejemplo de lo que hará Cristo, es la "muestra A, es decir, un ejemplo vivo de la gracia de Dios. Todo esto tiene sencillamente el propósito de hacer visible y dejar claro lo que Dios tiene la intención de hacer en Cristo.
Esta epístola requiere ser tratada como un resumen. Al estudiar ciertos libros de la Biblia he intentado recoger los temas principales, los pensamientos más importantes del libro, a fin de captar la fuerza total del mensaje, pero esta epístola se desarrolla de una manera tan lógica que el mejor modo de exponerla es siguiendo el argumento, sin calentarse la cabeza por causa de los detalles, a fin de que podamos ver la lógica aplastante de la que se vale el apóstol para desarrollar su tema. Cuando hayamos acabado, veremos de qué modo tan magnífico ha captado y nos explica todas las poderosas verdades del Evangelio.
Para comenzar,
tenemos en el capítulo uno la afirmación central de la epístola, el Evangelio: "No me avergüenzo del evangelio, pues es poder de
Dios..."
¿Quién se avergonzaría
del poder de Dios, la más poderosa fuerza posible en el universo, que opera en
el evangelio? Es una fuerza que cambia las vidas, que puede apoderarse de un
joven que va a la deriva, que tiene una vida sin propósito, perdido, al que no
le importa a dónde se dirige y no tiene ni idea de por qué vive y de repente se
produce una transformación en su vida que le da un propósito, un motivo y un
impulso, que es cómo funciona el poder de Dios y ese es precisamente el
Evangelio.
"Pues es poder
de Dios para salvación a todo aquel que cree, al judío primero y también al
griego." (1:16)
Pablo nos enseñará al
ir leyendo, porque en el Evangelio:
"...en la
justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: pero el justo
vivirá por la fe." (1:17)
Este versículo es una
cita de Habacuc y es el versículo que quedó indeleblemente grabado en el
corazón de Martin Lutero. Ese es el tema de Pablo, la justicia de Dios que se
revela en el evangelio.
A fin de establecer
la necesidad de esto, Pablo mira al mundo que le rodea. En los próximos
versículos, hasta el capítulo dos y una buena parte del tres, está
sencillamente analizando cómo es la humanidad, tomando las dos aparentes
divisiones de dicha humanidad. Alguien ha dicho acertadamente "solo hay
dos clases de personas, los justos y los injustos, y la clasificación siempre
la hacen los justos. Recuerdo que hace años, cuando mis hijos eran pequeños, me
encontraba un día en el patio y vi que alguien había trazado una línea con tiza
en el centro del tablero de la verja. En un lado estaba el título "buena
gente y en el otro "mala gente. Bajo las palabras "mala gente estaban
los nombres de mis hijos y en el otro lado los nombres del hijo del vecino. Era
evidente que la clasificación la habían hecho "los justos.
El apóstol comienza
por los injustos, aquellos a los que llamamos "mala gente y los desechados
de la sociedad, pero primero resume las dos clases de personas en un versículo.
Es un versículo tan importante que quisiera llamar especialmente su atención a
él (versículo 18):
"Pues la ira de
Dios se manifiesta desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los
hombres que con injusticia detienen la verdad."
Eso dice mucho. Por
ejemplo, nos dice que el problema de los hombres es que poseen la verdad, pero
no están dispuestos a verla, sino que la suprimen. Si desean ustedes prueba de
ello, les sugiero que durante un tiempo observen su propia vida, además de las
vidas de los que les rodean. ¿No es cierto que lo que nos desagrada lo
empujamos y lo relegamos a nuestra mente subconsciente? Son cosas sobre las que
no nos gusta pensar. Por eso es por lo que los hombres están tan ocupados por
el ajetreo de la vida, no deseando nunca estar solos, no queriendo detenerse a
pensar o a examinar realmente las cosas, sino intentando siempre mantenerse
ocupados por la constante confusión de la vida. El problema real es suprimir la
verdad.
Debido a esta supresión, la ira de Dios está
constantemente manifestándose y dejándose sentir sobre la humanidad. Este capítulo
desarrolla esta ira y resulta que no se manifiesta mediante relámpagos del
cielo, que caen sobre las personas malvadas que se pasan de la raya, sino que
Dios está más bien diciéndole a la humanidad: "Escuchad, no quiero que
hagáis una cosa determinada porque os destruirá, pero si insistís en hacerlo,
podéis hacerlo, pero tendréis que aceptar las consecuencias. No podéis decidir
vivir de manera equivocada y evitar las consecuencias que se producen por causa
de esa decisión.
En tres ocasiones
diferentes en este capítulo se menciona la ira de Dios en la frase repetida
"(Dios) los entregó. Lo cual da como resultado esta situación (versículos
29-31):
"Se han llenado
de toda injusticia, maldad, avaricia y perversidad. Están repletos de envidia,
homicidios, contiendas, engaños, mala intención. Son contenciosos,
calumniadores, aborrecedores de Dios, insolentes, soberbios, jactanciosos,
inventores de males, desobedientes a sus padres, insensatos, desleales, crueles
y sin misericordia."
Esa es la situación
de las personas rebeldes que muestran su enemistad para con Dios y que suprimen
la verdad de Dios desobedeciéndole descaradamente, sin mantener ningún
principio, viviendo como les apetece, haciendo lo que quieren. El resultado es
la decadencia moral y una perversión de los instintos naturales de la vida.
Hasta los impulsos sexuales se convierten en perversiones, de modo que los
hombres se entregan a los hombres y las mujeres a otras mujeres, como describe
este capítulo. Eso es exactamente lo que está sucediendo hoy en día en la
sociedad, siempre que el hombre vive en clara rebeldía.
Pero no toda la sociedad
es así. En el capítulo dos, el apóstol examina el otro lado, los "buenos,
la "gente buena, las personas consideradas como "morales y
"religiosas que para entonces se deleitan en apuntar con el dedo a la
multitud que vive en una maldad evidente y vil. Pablo les dice: "¡esperad
un momento! El versículo 1 dice:
"Por lo tanto,
no tienes excusa, oh hombre, no importa quién seas tú que juzgas; porque en lo
que juzgas a otro, te condenas a ti mismo, pues tú que juzgas haces lo
mismo."
A continuación
muestra, de una manera asombrosa, de qué modo esto es cierto. Revela que estas
personas que dicen "pero si nosotros no hacemos esas cosas. No vivimos de
ese modo. No fumamos, no nos corremos juergas, no participamos en
comportamientos sexuales licenciosos. Cumplimos las leyes y nos comportamos
bien, son personas tan culpables como las otras.
Esta clase de
personas también están cumpliendo algunas de las cosas que se mencionan arriba,
de la misma manera que los que las hacen de modo más abierto. Se dejan
arrastrar por cosas como la malicia, la lucha, el engaño, la malevolencia, el
cotilleo, la calumnia y otras cosas. También ellos son "inventores del mal
y son además "insensatos, infieles, despiadados e insensibles. Lo ocultan
por medio de una apariencia exterior de bondad, pero muy adentro, sus corazones
están tan llenos de maldad, de envidia, de celos, de lucha y de malas
intenciones unos contra otros como las demás personas.
Así que ahí tenemos la imagen de la humanidad. Las personas que
creen en hacer lo que les apetece están a un lado, mirando a las otras personas
morales y respetables, leyendo sus corazones correctamente y diciendo:
"fijaos en esos hipócritas. No tendría nada que ver con ellos por nada del
mundo. Y todas las personas "morales y respetables miran a las otras
diciendo: "fíjate en esa panda de libertinos y concupiscentes, no queremos
tener nada que ver con ellos. Pero Dios, que vuelve la luz de sus ojos
omniscientes sobre la humanidad, dice: "todos sois igualmente culpables.
No hay diferencia alguna.
Luego llega el judíos
y dice: "¿y qué pasa conmigo? Después de todo, soy judío y tengo ciertas
ventajas ante Dios. Pablo examina esta afirmación y muestra que el judío se
encuentra exactamente en la misma barca que el resto de las personas. A pesar
de sus ventajas, está dominado por la misma enemistad de corazón que otros. De
manera que la conclusión a la que llega Pablo es que la humanidad necesita, sin
excepción, un Redentor.
Eso prepara el camino
para el evangelio. Cuando el hombre es consciente de ello, la conclusión se
encuentra en este pasaje bien conocido (capítulo 3, versículos 19-20):
"Pero sabemos
que todo lo que dice la ley, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda
boca se cierre, y todo el mundo esté bajo juicio ante Dios. Porque por las
obras de la ley nadie será justificado delante de él; pues por medio de la ley
viene el reconocimiento del pecado."
Y luego, dice en el
versículo 23:
"Porque todos
pecaron y no alcanzan la gloria de Dios."
Como expresa Felipe,
de una manera tan preciosa en esa última cláusula: "todos han pecado y se
han perdido la belleza del plan de Dios. Eso establece el fundamento de la
redención.
En la redención hay tres fases, como Pablo nos explica,
que ustedes conocen bien: la justificación, la redención y la glorificación. El capítulo cuatro
ilustra el significado de la justificación. Pablo comienza a exponer este tema
al final del capítulo tres, donde nos muestra que la justificación representa
que Dios nos concede una situación de justicia ante él, en base a la obra de
Cristo porque Otro ha muerto en nuestro lugar, supliendo nuestra necesidad.
Nosotros no podríamos conseguirlo jamás, porque somos completamente incapaces
de agradar a Dios aparte de este cambio que se produce en el corazón.
Poco importa la
diferencia, tanto si llevamos una vida exterior moral y respetable como si todo
lo pisoteamos y vivimos como bohemios o como hippies. Tanto unos como otros son
culpables y ninguno es aceptado, ni se puede decir que unos sean mejores que
otros. Por lo tanto, de la única manera que podemos ser justos es aceptando el
don de Dios en Jesucristo y en eso consiste la justificación, que está
relacionada con el espíritu del hombre. Cada uno de nosotros tenemos tres
aspectos diferentes en nuestro ser: tenemos espíritu, alma y cuerpo. El
programa de Dios consiste en salvar al hombre íntegramente y en la próxima
serie de capítulos Pablo nos dice cómo lo hace Dios.
Comienza por el
espíritu, que es la parte más profunda del hombre. Lo que Dios hace con el
espíritu es implantar su Espíritu Santo allí. Eso nos concede la justicia,
somos justificados ante Dios, por lo que la justificación es algo permanente e
inmutable. Es mucho más que el sencillo perdón de los pecados, aunque también
incluye eso. Es ocupar una posición delante de Dios, como si nunca hubiésemos
pecado. Hace que la justicia de Cristo se nos impute a nosotros, como si se
apuntase a nuestro favor y cuando esto sucede nos vemos libres de la pena del
pecado.
Pablo ofrece un
ejemplo de esto en el capítulo cuatro, hablando acerca de Abraham y de David,
que fueron ambos justificados sobre dicha base y no por la circuncisión o por
haber obedecido a la ley ni por ninguna otra cosa que los hombres pudiesen
hacer a fin de agradar a Dios. No existe ninguna fórmula mágica religiosa,
ningún esfuerzo por obedecer un nivel inalcanzable resultaría adecuado a los
ojos de Dios. Debía ser sencillamente por la fe y estos hombres creyeron a Dios
acerca de su Hijo.
Abraham miró, por así
decirlo, al futuro y vio la venida de Cristo y creyó a Dios y fue justificado
por la fe. David, a pesar de haber sido culpable del doble pecado de adulterio
y asesinato, creyó a Dios y fue justificado, de manera que pudo cantar acerca
del hombre "al que Dios no imputaría iniquidad. Por ello, estos hombres
son ejemplos del Antiguo Testamento sobre cómo justifica Dios.
Lamentablemente, son
muchos los cristianos que no pasan de ahí, creyendo que la salvación es solo
eso, una manera de escapar al infierno y de poder ir al cielo, pero la vida
humana es bastante más que el espíritu, pues también está el alma y el cuerpo.
Comenzando por el capítulo cinco, Pablo expone cómo obra Dios a fin de librar
al alma, que está formada por nuestra mente, nuestras emociones y nuestra
voluntad.
El alma del hombre, por el hecho de haber nacido de Adán,
se encuentra bajo el signo del pecado. La carne (si deseamos usar el término
bíblico que se le aplica) nos domina. La vida de Adán nos posee, con todas sus
características egocéntricas. Aunque nuestro espíritu ha sido justificado es
posible seguir teniendo el alma sometida a la esclavitud y bajo el reinado del
pecado. Así que, aunque nuestro destino ha quedado decidido en Cristo, nuestra
experiencia sigue aún bajo el control del mal, de la misma manera que lo estaba
antes de que fuésemos cristianos. Esa es la causa de la desgraciada experiencia
de vivir situaciones de altibajos, contando en ocasiones con las promesas de
Dios sobre la justificación y luego experimentando de nuevo la implacable
esclavitud del pecado en la vida, causando egoísmo y el que pensemos solo en
nosotros mismos.
¿Cuál es, pues, el
programa de Dios para esto? Para resumirlo en una sola palabra: la
santificación. Dios quiere que seamos conscientes de que en Jesucristo se ha
resuelto toda esta situación, de la misma manera que quedó resuelto nuestro
destino, para que podamos ser tan libres del reinado del pecado como lo somos
de la pena por el mismo.
En el capítulo cinco
Pablo nos ofrece un bosquejo de todo el programa para nuestras vidas. Toma
estas dos divisiones realmente básicas de la humanidad: el hombre en Adán y el
hombre en Cristo, las coloca la una junto a la otra y dice: "escucha,
cuando eras hombre en Adán, antes de ser cristiano, actuabas sobre la base de
la vida que habías heredado de Adán. Hacías las cosas de una manera natural y
lo que hacías de ese modo estaba mal, porque era egoísta y no tenías ni que
planearlo ni que programarlo.
"No tenías que
levantarte por la mañana y pensar en cómo ser malo ¿verdad? No te pillabas a ti
mismo haciendo resoluciones para no volver a ser nunca mas bueno, y de repente
te dabas cuenta de que no habías sido fiel a tu palabra y estabas siendo otra
vez bueno cuando no era esa tu intención. No, sencillamente expresabas la vida
que había en ti, la vida de Adán. Fue algo que aprendiste desde que eras un
bebé y era algo tan extendido a tu alrededor que te parecía perfectamente
natural."
Pero después, dice
Pablo, a partir del momento en que te hicisteis cristiano, Dios hizo algo con
esa antigua vida. Te ha separado totalmente de la vida en Adán y ya no estás
unido al Adán caído, sino que estás unido al Cristo resucitado y tu vida está
unida a él. El tiene planeado expresar su vida en ti, de la misma manera
natural que con anterioridad se expresaba por medio de ti la vida heredada de
Adán.
Lo que antes
experimentasteis en derrota, sintiéndote desgraciado, sufriendo, esclavizado,
cegado, en Adán ahora lo experimentarás con creces pero en victoria, en gloria,
en bendición, en paz y en gozo en Cristo. Cuando
aprendas el proceso, te resultará fácil ser bueno en Cristo del mismo modo que
antes te resultaba sencillo ser malo en Adán. Es algo igualmente natural y
que se hace sin la menor lucha, pero te llevará un tiempo aprender a ponerlo en
práctica. Al principio actuarás con debilidad y te costará trabajo conseguirlo.
Hasta es posible que te lleve algún tiempo tener claro aquello a lo que se está
refiriendo Pablo, pero cuando lo entiendas, descubrirás que donde antes reinaba
en ti el pecado para muerte, ahora Cristo reina en ti para vida. Ahora mismo,
en esta vida, puedes experimentar la victoria en Cristo cuando antes lo que
experimentaste fue la derrota en Adán.
El capítulo seis
comienza a enseñarnos cómo. En él Pablo nos dice que Dios, por medio de la
muerte de Jesús, no solo murió por nosotros, sino que también nosotros morimos
con él y esa es la gran verdad. Cuando Dios dice que nos libera de la vida en
Adán y nos une a la vida de Cristo, es porque lo ha hecho de verdad. Aunque
durante bastante tiempo nuestro sentimientos nos digan otra cosa, Dios quiere
que esto lo tengamos muy claro. Es algo que debemos de creer sin importar cómo
nos sintamos, porque lo que él dice es verdad. Si estamos dispuestos a creerlo,
a pesar de nuestros sentimientos, no tardaremos en descubrir que es verdad,
dándonos cuenta poco a poco al ir tomando consciencia de esto tan tremendo: que
podemos ser buenos en Cristo con la misma facilidad con que antes fuimos malos
en Adán.
Comienza, pues,
anunciando este hecho y luego dice que es preciso que aprendamos a contar con
ello. Día tras día, al encontrarnos ante situaciones que nos producen tensión y
tentación, es preciso que se recuerde usted a sí mismo que lo que Dios dice es
verdad y que actúe usted conforme a ello, aunque no le apetezca hacerlo. Con
Cristo no se sentirá usted muerto, sentirá que el mal que está en su interior
está vivito y coleando, que le controla y que no le queda a usted más remedio
que hacer el mal. Si no lo hace se sentirá usted insatisfecho, temeroso de no
poder encontrar lo que está buscando en la vida o de que se pueda usted perder
lo que está experimentando el mundo que le rodea.
Hay presiones con las
que se encontrará usted, pero ¿a quién va usted a creer? ¿No creerá usted a
Aquel que le ama? ¿No cuenta usted con que lo que El dice es verdad y puede
usted actuar basándose en ello? Si lo hace, pronto descubrirá usted que es
verdad y será usted libre.
El capítulo siete nos
presenta el hecho de que existen dos niveles de entendimiento y de experiencia
con respecto a este tema. Ya sabemos, incluso antes de hacernos cristianos, que
ciertos aspectos de nuestra vida natural, la vida en Adán, en la carne, son
malos porque hacen que nos metamos en líos. Sabemos que el egoísmo está mal,
sabemos que las aventuras sexuales están mal, como sabemos que está mal robar y
mentir. Creemos que entendemos lo que es la carne y lo que quiere decir Dios
cuando nos habla acerca de las cosas malas que hay en nuestra vida y al
principio reaccionamos a ese nivel, dejando de mentir y robar y dejando de
practicar otros actos exteriores.
Entonces descubrimos
que está sucediendo algo extraño. A pesar de que hemos aprendido cómo obtener
la victoria sobre las cosas que hemos considerado malas, seguimos sometidos a
esclavitud. Aún no tenemos el poder que buscamos en nuestra experiencia
cristiana y, por ello, pasamos por la experiencia que describe Pablo en el
capítulo siete. En él se refiere al conflicto interno, la lucha que tiene
consigo mismo. ¿Qué es lo que está haciendo mal? Pero lo que sucede es que
todavía no hemos aprendido que existe lo que podríamos llamar el lado
"bueno de la carne que es realmente tan malo como el lado "malo. Los
esfuerzos que realizamos por nosotros mismos, intentando hacer algo para Dios o
para obtener alguna clase de favor o de placer o de ventaja para nosotros
mismos por las cosas que hacemos para Dios, son tan malas como lo son las cosas
"malas”.
Cuando por fin
aprendemos que no hay nada que nosotros podamos hacer por Dios, sino que él
tiene la intención de hacerlo todo por medio de nosotros, entonces es cuando
somos liberados y es cuando nos damos absoluta cuenta de la experiencia de la
mente, de la emoción y de la voluntad sometidas al control de Jesucristo y el
cumplimiento, mediante el poder glorioso y triunfante, de todo lo que él tiene
en mente para nosotros y en eso consiste la santificación del alma.
¿Pero qué sucede con el cuerpo? El capítulo ocho trata
acerca de este tema.
En él Pablo nos muestra que mientras estamos en esta vida el cuerpo sigue sin
redimir, pero el hecho de que el espíritu haya sido justificado y el alma
santificada es una garantía de que Dios redimirá (glorificará) también un día
al cuerpo. Cuando entramos por fin en la presencia de Cristo, nos encontramos,
en cuerpo, alma y espíritu, perfectos ante él. Entonces la línea de pensamiento
se convierte en un gran e impresionante cántico de alabanza al final de este
capítulo.
En los capítulos del
9 al 11, se da contestación a las preguntas que inevitablemente se pueda haber
hecho una mente pensante, que haya seguido este gran plan de la redención. En
primer lugar, está la pregunta sobre la soberanía de Dios, que se expone de
manera magnífica, en el capítulo nueve. Dios es un ser soberano y su soberanía
responde a la pregunta de por qué yo soy parte del cuerpo de Cristo y no otra
persona.
Todo lo relacionado
con la elección y la opción de predestinación de Dios nos ayuda a ver el
problema tal y como es en realidad. Tendemos a pensar acerca de nosotros mismos
como en una situación neutral ante Dios, y dependiendo de cómo vivamos o
actuemos o las decisiones que tomemos, podremos caer o bien en el lado de la
perdición o podremos ser salvos, pero no es este el caso.
Este capítulo nos
explica que toda la raza está ya perdida, perdida en Adán y hemos nacido y
formamos parte de una raza perdida. En Adán perdimos el derecho a ser salvos,
por haber pecado, y no tenemos el menor derecho ante Dios. Por lo tanto, lo
único que nos salva a cualquiera de nosotros es su gracia. Nadie tiene derecho
a quejarse a Dios si algunos se salvan, cuando lo cierto es que nadie tiene
derecho a ser salvo. Por lo tanto, expone ante nosotros y de una manera
impresionante el poder soberano y la elección de Dios.
En el capítulo 10 une
la soberanía de Dios con la responsabilidad moral y la libertad del hombre,
mostrándonos que la salvación es una opción de fe. No necesita usted ascender
al cielo para hacer que descienda Cristo, ni hace falta que descienda al
sepulcro para resucitarle de los muertos. En otras palabras, si planea usted
hallar su camino al cielo, lo que tendría que hacer usted sería lo siguiente.
Tendría que ascender al cielo y hacer que Cristo bajase a la tierra y luego,
cuando hubiera estado aquí durante un tiempo y hubiese muerto, tendría usted
que descender al sepulcro, devolverle la vida y sacarle, todo ello mediante las
obras que pudiera hacer usted. ¿Cómo iba usted a hacer una cosa así? La verdad
es que no podría y, además, no tiene necesidad de hacerlo. Ya ha dicho usted la
palabra, que Jesús es el Señor, por lo tanto lo único que necesita hacer usted
es creer en su corazón que Dios le ha resucitado de los muertos y será usted
salvo.
En el capítulo once
nos muestra que de la misma manera que Dios dejó de lado a Israel durante un
tiempo, a fin de que su gracia pudiera hacer su obra entre los gentiles, Dios
ha dejado de lado la carne, la naturaleza caída, lo que somos por naturaleza
humana, para que podamos aprender lo que Dios hará por nosotros y por medio de
nosotros. Cuando admitamos abiertamente y en la práctica que sin Cristo nada
podemos hacer, entonces aprenderemos que todo lo podemos en él, que nos
fortalece. La fe es este proceso y nunca será diferente. Por mucho tiempo que
vivamos como cristianos, nunca conseguiremos ser mejores ni más capaces de
servir a Cristo, aparte de depender sencillamente de él. Es siempre y solo
Cristo obrando en nosotros lo que hace que se cumpla la voluntad del Padre.
Por lo tanto, el
orgullo es nuestra mayor tentación y nuestro más cruel enemigo. Algún día hasta
nuestra carne servirá a Dios por su gracia. En el día en que la creación sea
liberada de su esclavitud al pecado y los hijos de Dios aparezcan con sus
cuerpos resucitados, entonces incluso aquello que con anterioridad fue
rechazado y maldito tendrá que cumplir las promesas y demostrar el poder de
Dios. Todo ello ha sido ilustrado por la manera de tratar Dios a Israel y eso
nos lleva a la doxología al final del capítulo 11, versículo 33:
"¡Oh profundidad
de las riquezas y de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán
incomprensibles son sus juicios e inescrutables sus caminos!"
La sección final, de
los capítulos 12 al 16, cubren la aplicación práctica de estas verdades a la
vida. Solo llamaré su atención a una o dos cosas. En primer lugar, el capítulo
12, versículo 1 empieza diciendo:
"Así que,
hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, [la justificación, la
santificación y la glorificación] que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio
vivo, santo y agradable a Dios, que es vuestro culto racional."
En otras palabras,
teniendo en cuenta estos grandes hechos que Pablo nos ha declarado, lo mejor
que podemos hacer con nuestra vida, lo más razonable, lo más inteligente y lo
que mayor propósito tiene es entregarnos a Dios y vivir para él porque ninguna
otra cosa hará que nos sintamos realizados en modo alguno. Por lo tanto,
entréguese usted a él, es lo más razonable que puede usted hacer.
Cuando lo haga usted, se encontrará que su vida ha sido
transformada en todas sus relaciones. En primer lugar, cambiará con respecto a sus
hermanos en la fe, como nos muestra la última parte del capítulo 12. El
presentar su cuerpo afectará a su vida en la iglesia. Luego, en la última parte
del capítulo 12 y en el 13, afectará a su relación con respecto a los poderes
que gobiernan, con la humanidad en general y con toda la sociedad. Hasta sus
actitudes interiores serán diferentes, como se expresa en el capítulo 14. Su
actitud hacia los débiles serán todo lo contrario de lo que lo fue antes de ser
usted cristiano y sentirá usted una ardiente pasión por alcanzarles, por una
razón totalmente diferente de la que podría haber sentido usted con
anterioridad.
Las palabras finales
de Pablo son maravillosas (capítulo 16, versículos 25-27):
"Y al que puede
haceros firmes, según mi evangelio y la predicación de Jesucristo; y según la
revelación del misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos, pero
que ha sido manifestado ahora: y que por medio de las Escrituras proféticas y
según el mandamiento del Dios eterno se ha dado a conocer a todas las naciones
para la obediencia de la fe, al único sabio Dios, sea la gloria mediante
Jesucristo, para siempre. Amén."
Oración
Padre nuestro, enséñanos estas poderosas verdades.
Enséñanos a entregarnos a ellas para que las podamos entender y poner en
práctica en nuestras vidas y se pueda hacer realidad el maravilloso potencial
que es posible gracias a la herencia que tienes reservada para los santos. Y
para que tú, Señor Jesús, puedas descubrir y realizar en nosotros todo lo que
está relacionado con tu herencia en nosotros. Porque te lo pedimos en el nombre
de Cristo, amen.
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