La Biblia es un
libro único, lo que significa sencillamente que no se ha producido ningún otro
libro como éste.
La Biblia no es
un libro de historia, aunque contiene mucha historia, y toda la que contiene es
auténtica. No es un libro de ciencia, aunque todos sus pronunciamientos acerca
de cuestiones que generalmente caen dentro de la provincia de la ciencia son
precisos y dignos de confianza. No es un libro de biografías, aunque sus
bosquejos biográficos son con mucho los más inspiradores del mundo. No es un
libro de filosofía, aunque es la suma de todo lo que es filosofía profunda y
sana. No es un libro de astronomía, aunque sus referencias al sol y a las estrellas
se encuentran entre los dichos más sublimes Jamás registrados. No es un libro
de psicología, aunque su conocimiento del funcionamiento de la mente humana
deja atónito al lector y pone a su alma al desnudo. No es estrictamente un libro de teología, aunque es la fuente de toda
la verdadera teología que este mundo caído vaya jamás a conocer.
¿Qué es
entonces, la Biblia? Es el Libro de la Vida «Las palabras que yo os he hablado
son espíritu y son vida.» La Biblia es un libro portador v dador de vida. No
trata primariamente de ningún departamento del pensamiento humano por sí mismo.
Si la Biblia se refiere al arco iris, es para que nos venga a la mente el pacto
de misericordia de Dios con la humanidad. Si nos narra la historia de Abraham,
lo hace para que aprendamos a saber el lugar de la fe en nuestra relación con
Dios. Si nos señala a la luna y a las estrellas, es para que nos demos cuenta
de lo frágiles que somos. Si nos habla acerca de las aves, es para enseñarnos a
confiar en nuestro Padre celestial sin temer ni dudar. Nos cuenta acerca del
infierno no para dar satisfacción a nuestra morbosa curiosidad, sino para que
dirijamos nuestros derroteros bien lejos de sus terrores. Nos habla del cielo
para que nos preparemos para entrar en él. Registra la historia de la desgracia
humana para que aprendamos el valor de la gracia divina. Nos advierte a fin de
que apartemos nuestros pies de las sendas que descienden al camino de destrucción.
Nos reprende para que veamos nuestras faltas y seamos librados de ellas.
Se podrían
escribir volúmenes en alabanza de la Sagrada Biblia sin emplear ni una sola
palabra de más. Woodrow Wilson dijo una vez que la Biblia es un libro de tal importancia que no se puede considerar
una persona instruida a nadie que no esté familiarizado con ella. Sir
Walter Scott, cuando estaba muriendo, pidió «el libro». Un siervo le preguntó a
cuál de sus miles de volúmenes se refería, y el gran hombre replicó: «La
Biblia, naturalmente. Para un hombre que está muriendo no puede haber otro
libro.» Hasta el escéptico George Bernard Shaw, durante los últimos años de su
vida, tuvo cerca de sí una Biblia, y nunca viajaba sin llevar un ejemplar
consigo.
Todos
debiéramos tener varias Biblias: una Biblia con referencias bien encuadernada
para el estudio, y una Biblia de tipo grande, sin ayudas, para la lectura devocional.
Éstas al menos. Y si nos lo podemos permitir (y podemos, si queremos prescindir
de alguna otra cosa), debiéramos tener una buena traducción moderna o dos. Su
principal valor es estimular el interés permitiendo un cambio de estilo y
obtener diferentes matices de traducción con respecto a la conocida versión
Reina-Valera.
El dinero
gastado en Biblias es dinero bien gastado. El tiempo pasado leyendo la Biblia
difícilmente será tiempo mal gastado. La Biblia es el regalo supremo para
amigos y seres queridos. Las Palabras dichas en favor de la Biblia son buenas
palabras, y, si caen en buenos oídos, pueden resultar ser «manzanas de oro en
bandejas de plata».
A. W. TOZER - (“CAMINAMOS
POR UNA SENDA MARCADA")


