“… todo aquel
que hace pecado, esclavo es del pecado.”
Juan 8:34 (Leer: Romanos 6:16-23)
Al sur de Kuna, en Estados Unidos, hay un tubo subterráneo
de lava que se ha vuelto bastante famoso en esa ciudad. Por lo que sé, su única
entrada es un hueco profundo que se sumerge directamente en la oscuridad. Hace
unos años, me paré al borde del hueco para mirar de cerca, y casi pierdo el
equilibrio. El terror me generó palpitaciones, y retrocedí de inmediato.
El pecado es parecido: la curiosidad puede hundirnos en
la oscuridad. ¿Cuántos se han acercado demasiado al borde y, tras perder el
equilibrio, cayeron en las tinieblas? Destruyeron familia, reputación y carrera
debido a relaciones adúlteras que empezaron con un «simple» coqueteo y
terminaron en pensamientos y acciones. Cuando miran atrás, suelen decir: «Nunca
pensé que llegaría a esto».
Pensamos que podemos coquetear con la tentación,
acercarnos mucho al borde y dar un paso atrás, pero es un engaño. Sabemos que
algo está mal, y, aun así, jugamos con eso. Luego, caemos inevitablemente en
perversiones oscuras. Jesús lo expresó con claridad: «todo aquel que hace
pecado, esclavo es del pecado.» (Juan 8:34).
Por eso, al reconocer que necesitamos la ayuda de Dios,
oramos como David en el Salmo 19:13: «Guarda también a tu siervo de pecados de
soberbia; que no se enseñoreen de mí» (LBLA).
Padre, ayúdanos a no coquetear con el pecado.
Una gran caída empieza con un pequeño tropezón.
(La Biblia en
un año: Salmos 63 - 65 – Romanos 6)
DAVID H. ROPER - (Devocional “NUESTRO PAN DIARIO")


