“Espera con paciencia al señor; sé valiente y
esforzado...” (Salmos 27:14 NTV)
Cuando miramos
hacia atrás nos damos cuenta de que:
1) Dios tenía algo mejor para nosotros.
2) No éramos lo bastante maduros en ese
momento para manejar lo que le estábamos pidiendo.
Solemos pensar
que estamos listos, pero Dios sabe cuándo lo estamos. Más de 40 veces en la
Biblia se nos pide que “esperemos en el Señor”. Aprender a esperar es una
prueba de madurez. Scott Peck escribe: “Aplazar la gratificación es un proceso
de graduar el dolor y el placer de la vida, de tal manera que podamos
incrementar el placer cuando experimentemos primero el dolor y lo superemos… Es
la única forma correcta de vivir”.
El hecho de esperar nos obliga a aceptar que no
estamos en control. Y nos hace más humildes, algo tan necesario. Considera al
trapecista: durante un segundo —que debe parecerle una eternidad— está
suspendido en la nada. No puede volver atrás y todavía no lo ha agarrado el
otro trapecista. Tiene que esperar en absoluta confianza. Tal vez estés ahora
en ese mismo punto de tu vida. Has soltado lo que Dios te pidió que dejaras
pero no puedes sentir su mano agarrándote todavía. Moisés esperó ochenta años
un ministerio que duró cuarenta, es decir, se pasó dos tercios de la vida
capacitándose. Jesús pasó treinta años preparándose para un ministerio que
duraría tres años y medio. Desde la perspectiva divina, tu vida no se mide por
los años sino por la efectividad y la influencia que tienes en Su reino. Por lo
tanto, espera con buena actitud; el Señor no te decepcionará.
BOB Y DEBBIE GASS - (Devocional "LA PALABRA PARA
HOY")


