Siempre y en
todo momento que hay una controversia entre Dios y un hombre, Dios está siempre
en lo cierto, y el hombre siempre equivocado. «Así que eres justo cuando
sentencias, e irreprochable cuando Juzgas» (Salmo 51:4).
La única manera
en la que alguien puede estar en lo cierto es acudir al lado de Dios. El que se
aferré a su propio bando está para siempre errado.
Los puntos en
los que se Juntan el camino de Dios y el del hombre son generalmente cuatro
(aunque pueda haber muchos más), y por lo general encontraremos nuestras
diferencias con Dios en alguna de estas cuatro áreas.
Primero: nuestros pensamientos. La
inspiración divina ha declarado que los pensamientos del hombre son vanos, y en
la profecía de Isaías Dios expone su alegato ante nosotros con tanta claridad
que apenas si es necesario hacer comentario alguno: «Porque mis pensamientos no
son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dice Jehová. Pues
así como los cielos son más altos que la tierra, así son mis caminos más altos
que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos» (Isaías
55:8-9).
Segundo, nuestras normas morales. Hay
probablemente tantas ideas acerca de la rectitud como personas en el mundo, y
sería inútil discutir que una sea mejor que otra. La prueba no es cuál código
es el mejor, sino si el tal código concuerda con las Escrituras. En las
Escrituras cristianas, el Señor de toda la tierra declara su voluntad moral
para la humanidad, y denota una profunda sabiduría buscarla y amoldarse a ella.
En otro caso estamos a merced de nuestros engañosos corazones. Para todos los
hombres de fe, la voluntad de Dios es la justicia. El alma creyente no debatirá
acerca de esto. Lo aceptará y llevará la controversia a su fin.
El tercer punto de posible controversia está en
nuestra forma de vivir. Esto abarca la totalidad de nuestras vidas en la
tierra como están decididas por nuestras ideas morales básicas. Nuestra manera
de vivir es simplemente nuestro código moral en su fluir diario.
El cuarto es nuestros planes. El cristiano
que ha aceptado en principio la verdad de Dios como su norma de conducta y que
se ha sometido a Cristo como su Señor puede verse, sin embargo, tentado a
establecer sus propios planes, e incluso a luchar por ellos cuando son
desafiados por la Palabra de Dios o por la voz interior del Espíritu. Los humanos
somos una raza planificadora y calculadora, y nos gusta decir: «Mañana haré
esto o lo otro...» Pero nuestro Padre Celestial nos conoce demasiado bien para
confiar nuestro camino a nuestra propia planificación, por lo que muy
frecuentemente somete sus propios planes a nuestra atención, y nos demanda que los
aceptemos. Justo ahí se agita en ocasiones una controversia entre el alma y
Dios. Pero sería mejor que no insistiéramos en nuestro propio camino. Será
siempre malo para nosotros a la larga. Es mejor el camino de Dios.
Entre los
hombres, las cuestiones tratadas tienen generalmente más de una cara; a veces
tienen múltiples facetas. Los pros y los contras están a menudo tan finamente
equilibrados entre sí que es casi imposible saber dónde se encuentra la razón.
Pero para Dios hay sólo una cara. El bando de Dios es bueno y santo, y todos
los otros bandos están en un error, aumentando el grado y la seriedad del error
conforme uno va alejándose del centro de la voluntad de Dios.
Nuestro deseo
de autopreservación moral debería dictar que acudiésemos de inmediato al bando
de Dios y que allí nos mantuviéramos incluso si (como es probable que suceda) ello
puede tener como resultado que estemos en desacuerdo con las filosofías y
códigos morales humanos. No podemos
ganar cuando obramos en contra de Dios, y no podemos perder cuando obramos con
Él.
Ahora bien,
¿cómo podemos saber de cierto qué lado es el de Dios? Nadie en esta época tan
avanzada debiera tener que hacer tal pregunta, pero ya que muchos la hacen
sinceramente, nos sentimos dichosos de poder responder. Hay un Libro que dice
de sí mismo: «Y habló Dios todas estas palabras», y acerca del que se dice: «E indiscutiblemente,
grande es el misterio de la piedad: Dios, fue manifestado en carne, justificado
en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el
mundo, recibido arriba en gloria» (1 Timoteo 3:16). La familiaridad con este
Libro dará luz a todos los caminos oscuros y nos mostrará el lado correcto de
todas las cuestiones suscitadas. Y, naturalmente, este Libro es la Biblia.
¡Oh qué gloria
la sagrada pagina en oro torna Majestuosa cual el sol! Una luz a cada época
despide;
La da, pero
ninguna prestada toma.
A. W. TOZER - (“CAMINAMOS
POR UNA SENDA MARCADA")


