domingo, 16 de agosto de 2015

El bando de Dios contra el bando errado 16 agosto




Siempre y en todo momento que hay una controversia entre Dios y un hombre, Dios está siempre en lo cierto, y el hombre siempre equivocado. «Así que eres justo cuando sentencias, e irreprochable cuando Juzgas» (Salmo 51:4).

La única manera en la que alguien puede estar en lo cierto es acudir al lado de Dios. El que se aferré a su propio bando está para siempre errado.

Los puntos en los que se Juntan el camino de Dios y el del hombre son generalmente cuatro (aunque pueda haber muchos más), y por lo general encontraremos nuestras diferencias con Dios en alguna de estas cuatro áreas.

Primero: nuestros pensamientos. La inspiración divina ha declarado que los pensamientos del hombre son vanos, y en la profecía de Isaías Dios expone su alegato ante nosotros con tanta claridad que apenas si es necesario hacer comentario alguno: «Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dice Jehová. Pues así como los cielos son más altos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos» (Isaías 55:8-9).

Segundo, nuestras normas morales. Hay probablemente tantas ideas acerca de la rectitud como personas en el mundo, y sería inútil discutir que una sea mejor que otra. La prueba no es cuál código es el mejor, sino si el tal código concuerda con las Escrituras. En las Escrituras cristianas, el Señor de toda la tierra declara su voluntad moral para la humanidad, y denota una profunda sabiduría buscarla y amoldarse a ella. En otro caso estamos a merced de nuestros engañosos corazones. Para todos los hombres de fe, la voluntad de Dios es la justicia. El alma creyente no debatirá acerca de esto. Lo aceptará y llevará la controversia a su fin.

El tercer punto de posible controversia está en nuestra forma de vivir. Esto abarca la totalidad de nuestras vidas en la tierra como están decididas por nuestras ideas morales básicas. Nuestra manera de vivir es simplemente nuestro código moral en su fluir diario.

El cuarto es nuestros planes. El cristiano que ha aceptado en principio la verdad de Dios como su norma de conducta y que se ha sometido a Cristo como su Señor puede verse, sin embargo, tentado a establecer sus propios planes, e incluso a luchar por ellos cuando son desafiados por la Palabra de Dios o por la voz interior del Espíritu. Los humanos somos una raza planificadora y calculadora, y nos gusta decir: «Mañana haré esto o lo otro...» Pero nuestro Padre Celestial nos conoce demasiado bien para confiar nuestro camino a nuestra propia planificación, por lo que muy frecuentemente somete sus propios planes a nuestra atención, y nos demanda que los aceptemos. Justo ahí se agita en ocasiones una controversia entre el alma y Dios. Pero sería mejor que no insistiéramos en nuestro propio camino. Será siempre malo para nosotros a la larga. Es mejor el camino de Dios.

Entre los hombres, las cuestiones tratadas tienen generalmente más de una cara; a veces tienen múltiples facetas. Los pros y los contras están a menudo tan finamente equilibrados entre sí que es casi imposible saber dónde se encuentra la razón. Pero para Dios hay sólo una cara. El bando de Dios es bueno y santo, y todos los otros bandos están en un error, aumentando el grado y la seriedad del error conforme uno va alejándose del centro de la voluntad de Dios.

Nuestro deseo de autopreservación moral debería dictar que acudiésemos de inmediato al bando de Dios y que allí nos mantuviéramos incluso si (como es probable que suceda) ello puede tener como resultado que estemos en desacuerdo con las filosofías y códigos morales humanos. No podemos ganar cuando obramos en contra de Dios, y no podemos perder cuando obramos con Él.

Ahora bien, ¿cómo podemos saber de cierto qué lado es el de Dios? Nadie en esta época tan avanzada debiera tener que hacer tal pregunta, pero ya que muchos la hacen sinceramente, nos sentimos dichosos de poder responder. Hay un Libro que dice de sí mismo: «Y habló Dios todas estas palabras», y acerca del que se dice: «E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios, fue manifestado en carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mundo, recibido arriba en gloria» (1 Timoteo 3:16). La familiaridad con este Libro dará luz a todos los caminos oscuros y nos mostrará el lado correcto de todas las cuestiones suscitadas. Y, naturalmente, este Libro es la Biblia.


¡Oh qué gloria la sagrada pagina en oro torna Majestuosa cual el sol! Una luz a cada época despide;
La da, pero ninguna prestada toma.


A. W. TOZER - (“CAMINAMOS POR UNA SENDA MARCADA")







TRADUCCIÓN