“… Dios; te
exaltaré, alabaré tu nombre, porque has hecho maravillas…” Isaías 25:1
(Leer: Isaías 25:1-9)
El descubrimiento de la penicilina revolucionó el mundo
de la medicina. Antes de la década de 1940, las infecciones bacterianas solían
ser mortales. A partir de ese momento, esta droga ha salvado una innumerable
cantidad de vidas al destruir las bacterias perjudiciales. El hombre que
reconoció su potencial y la desarrolló para su uso masivo ganó el premio Nobel
en 1945.
Mucho antes de este descubrimiento, otros ayudantes
silenciosos trabajaban salvando vidas en forma similar: los glóbulos blancos.
Estos arduos trabajadores son la manera en que Dios nos protege de
enfermedades. Nadie sabe cuántas invasiones han detenido ni cuántas vidas han
salvado. Aun así, poco se los reconoce por toda su labor.
Al Señor lo tratamos igual. A menudo, lo culpamos cuando
algo sale mal, pero raras veces lo reconocemos por lo que anda bien. Todos los
días, nos levantamos, nos vestimos, vamos al trabajo, a la escuela o al
supermercado, y regresamos a casa sin problemas, pero no somos conscientes de cuánto
nos ha protegido Dios. Sin embargo, si
sucede una tragedia, preguntamos: «¿Dónde estaba Dios?».
Cuando pienso en todas las cosas maravillosas que el
Señor hace silenciosamente por mí cada día (Isaías 25:1), mi lista de alabanzas
es mucho más larga que la de mis peticiones.
¿Qué le vas a agradecer hoy a Dios?
Dios sigue dándonos motivos para alabarlo.
(La Biblia en
un año: Salmos 94 - 96 – Romanos 15:14-33)
JULIE
ACKERMAN LINK - (Devocional “NUESTRO
PAN DIARIO")


