LOS DONES DEL ESPÍRITU
Por Dr. Miguel Núñez
La doctrina de los dones del Espíritu Santo es casi exclusivamente
Paulina. El único otro autor que habla acerca estos dones es Pedro, que lo
menciona de paso en 1 Pedro 4:10. Cuando leemos 1 Corintios 12 y Efesios 4, nos
damos cuenta que los dones son dados a través del Espíritu Santo, pero los
recibimos en nombre y por autoridad de la persona de Jesús.
Dones espirituales es una palabra que viene del griego JARISMATA, a la
vez derivada de otra palabra que es JARIZESTHAI, y significa mostrar favor o
dar libremente. JARIS significa gracia. A la luz de lo que la Palabra de Dios
dice y de este significado en el original, podemos decir que un don espiritual
es la habilidad sobrenatural dada por Cristo al creyente por medio del Espíritu
Santo, en el momento de su salvación o después, para el servicio del cuerpo de
Cristo. El momento cuando un don es recibido ha sido debatido, pero no es el
interés de este artículo entrar en esa controversia.
El ejercicio de todo don espiritual debe tener como meta que todo el
cuerpo de Cristo sea edificado. Así nos enseña 1 de Corintios 12:7, “Pero a
cada uno se le da la manifestación del Espíritu para el bien común”. Ningún don
es dado o debe ser ejercido de manera egoísta, para la edificación de esa sola
persona que tiene el don.
DONES Y TALENTOS. Es importante distinguir entre lo que son dones espirituales y lo que
son talentos naturales. Los talentos naturales son también dados por Dios, pero
llegan a nosotros a través de nuestros padres: son parte de la herencia
biológica que recibimos de ellos. Por su parte, los dones espirituales son
dados por Dios independientemente de los padres. No se recibe por herencia,
sino por gracia. Estos talentos naturales que están presentes en nuestro nacimiento
pueden desarrollarse y quedar al servicio de todo hombre, creyente o no
creyente. Sin embargo, el don del Espíritu es dado primordialmente para
beneficio de la iglesia, del cuerpo de Cristo, como vemos en 1 de Corintios 12,
14 y Efesios 4.
DIVERSOS DONES. “Según cada uno ha recibido un
don especial, úselo sirviéndose los unos a los otros como buenos
administradores de la multiforme gracia de Dios”, 1 Pedro 4:10
Cada creyente recibe por lo menos un don. Algunos han recibido más de
uno, pero por lo menos un don es recibido por cada creyente, de acuerdo a lo
que dice 1 Pedro 4:10, “según cada uno ha recibido un don especial”.
El apóstol Pablo en 1 Corintios 7:7 dice: “Sin embargo, yo desearía que
todos los hombres fueran como yo. No obstante, cada cual ha recibido de Dios su
propio don, uno de esta manera y otro de aquélla”. Aquí él está haciendo
referencia al don de continencia. Pero él, dentro de ese contexto, dice que
cada cual ha recibido de Dios su propio don, lo que una vez más nos afirma que
por lo menos un don es dado a cada creyente. Por otro lado, es bueno recordar
que ningún creyente tiene todos los dones. 1 Corintios 12:29-30 dice lo
siguiente: “¿Acaso son todos apóstoles? ¿Acaso son todos profetas? ¿Acaso son
todos maestros? ¿Acaso son todos obradores de milagros? ¿Acaso tienen todos
dones de sanidad? ¿Acaso hablan todos en lenguas? ¿Acaso interpretan todos?”.
La respuesta es obvia: nadie tiene todos los dones.
UN MISMO DADOR. “Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, distribuyendo
individualmente a cada uno según la voluntad de El”, 1 Corintios 12:11
Con relación a quién decide qué don yo recibo, necesitamos recordar que
los dones son dados por el Espíritu de Dios de una forma soberana, conforme al
llamado que Él nos haya hecho. Los dones no nos son dados por el grado de
santificación que tengamos, sino que
Dios nos equipa con sus dones conforme al llamado que Él nos haya hecho, para
que podamos realizar el propósito para el cual Él nos creó y nos llamó. De
manera que no debiéramos pedirle a Dios que nos dé el don que deseamos, sino
pedirle a Dios que nos dé el don necesario para llevar a cabo el propósito para
el cual Él nos salvó.
EL PROPÓSITO DE LOS DONES. “Y El dio a algunos el ser apóstoles, a otros profetas, a otros
evangelistas, a otros pastores y maestros, a fin de capacitar a los santos para
la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que
todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios,
a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud
de Cristo”, Efesios 4:11-13
El propósito del don es edificar el cuerpo de Cristo, hasta que todos
lleguemos a la condición de un hombre maduro. Lo podemos ver de otra manera
cuando Pablo hace referencia al don de hablar en lenguas en 1 de Corintios
14:19, donde él dice que “en la iglesia prefiero hablar cinco palabras con mi
entendimiento, para instruir también a otros, antes que diez mil palabras en
lenguas”. El énfasis de Pablo está en que la preferencia debe estar en que
otros entiendan y sean edificados. Por eso él habla de que prefiere hablar
cinco palabras con entendimiento antes que diez mil palabras en lenguas. Pablo
está sumamente preocupado por el hecho de que el ejercicio de un don pudiera
resultar en el no entendimiento de los demás.
El creyente que ha recibido un don pudiera ser negligente con su don,
como muestra 1 de Timoteo 4:14 “No descuides el don espiritual que está en ti,
que te fue conferido por medio de la profecía con la imposición de manos del
presbiterio”. Algo similar vemos en 2 Timoteo 1:6 “Por lo cual te recuerdo que
avives el fuego del don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos”.
Parece ser que el apóstol Pablo estaba tratando de estimular a Timoteo en un
momento en que Timoteo quizás no estaba siendo fiel al ejercicio de su don.
Algunas palabras con relación a los
dones más controversiales.
Entre los dones del Espíritu, quizás los más controversiales sean el don
de profecía y el don de lenguas. Creemos que se hace necesario hacer la
salvedad, nuevamente, de que los dones no son dados por la santidad de una
persona o la santidad de una iglesia. El mejor ejemplo de esto es la iglesia de
Corinto, que era una iglesia altamente pecaminosa. Sin embargo, esta es la
iglesia en donde abundaban los dones espirituales. Esto nos muestra que los dones
no nos son dados por nuestro grado de santidad.
Lo que sí estaba ocurriendo es que Corinto era una comunidad altamente
pagana, y los nuevos convertidos venían precisamente de ese trasfondo pagano y
pecaminoso. Era una ciudad que tenía un templo con mil prostitutas, inmersa en
el poder del mundo de las tinieblas, con una población acostumbrada a ver
grandes manifestaciones sobrenaturales de parte del poder de la oscuridad. En
ese contexto, Dios entendió como necesario que Él se manifestara sobrenaturalmente,
precisamente para demostrar que Él como Dios era mucho más grande y mucho más
poderoso que los dioses a quienes ellos servían.
Entendemos que el Dios que hizo eso ayer lo podría hacer hoy o hará
mañana en circunstancias extraordinarias cada vez que Él entienda que sea
necesario la autentificación de su mensaje o su mensajero. Es bueno recordar
que el contexto de la iglesia de Corinto se da en ocasiones en la iglesia de
hoy en día en lugares donde el poder de las tinieblas tiene mucho lugar, debido
al número de personas que practican lo oculto en ciertas comunidades. En estos
casos, la lucha que se da alrededor de la iglesia es una lucha de poder, donde
hay individuos que han vivido grandes experiencias bajo el poder de las
tinieblas y que están acostumbrados a ver esas grandes manifestaciones. Esas
personas con frecuencia desafían el mensaje de Dios o al mensajero de Dios,
haciendo demostración de su poder y casi retando al mensajero de Dios a que
demuestre que verdaderamente que el Dios de la Biblia es más poderoso que el
dios a quien ellos sirven. Este desafío a veces es abierto y otras veces es más
callado. Algo similar quizás pueda verse en la confrontación que tuvo Elías con
los 450 profetas de Baal, donde Elías, para demostrar la supremacía de Dios,
los retó a ir al monte Carmelo y a tener un “duelo” con esos “dioses”. Allí
quedó demostrado con manifestaciones sobrenaturales quién era Dios
verdaderamente. De esa misma manera, creemos que Dios sigue hoy manifestándose
sobrenaturalmente cuando Él entiende que así debe hacerlo.
Estas experiencias pudieran ocurrir hoy sobre todo cuando el mensajero
de Dios se encuentra en comunidades que no saben lo que es un libro como la
Biblia porque no tienen ni siquiera un alfabeto. En ausencia de un alfabeto, lo
único que ellos conocen con frecuencia es el poder de las tinieblas bajo el
cual han vivido. En otras circunstancias, Dios básicamente usa Su Palabra para
autentificar su mensajero o su mensaje.
Como una nota interesante, queremos recordar que en el mundo occidental
que corresponde a lo que es América y Europa, y en parte del resto del mundo
donde la educación ha ido avanzando, la gran lucha no es tanto una lucha de
poder, como se vio en Corinto y como se ve en algunos lugares. Usualmente, la
lucha es por la verdad que se da en los centros académicos, en las
universidades, donde la verdad de Dios es retada, donde la gente enseña que no
hay absolutos, y donde con frecuencia se pone en entredicho lo que la Palabra
dice. En medio de esa lucha por la verdad, Dios levanta grandes expositores y
defensores y maestros de su Palabra, que son los que están llevando a cabo su
defensa. Y ellos llevan a cabo esa defensa a través del mismo Espíritu que en
otras localidades y en otros momentos pudiera hacer manifestaciones
sobrenaturales para la confirmación del mismo mensaje o mensajero.
SOBRE EL DON DE PROFESÍA. El don de profecía ha sido muy mal entendido. La palabra profetizar en
su significado primario no es predecir el futuro. De hecho, 1 de Corintios 14:3
dice: “Pero el que profetiza habla a los hombres para edificación,
exhortación y consolación”. En esas tres cosas no encontramos ninguna
predicción del futuro. De manera secundaria, el profetizar sí significa la
predicción del futuro, pero en su forma primaria la palabra profetizar
significa “exponer la voluntad de Dios”, y de esa manera, cuando el pastor
predica un mensaje y está exponiendo la voluntad de Dios, esa es una actividad
profética.
Cuando el Nuevo Testamento usa el término de profeta, no lo usa de la misma
manera que se usó en el Antiguo Testamento, y lo sabemos por varias razones:
1) Lucas 16:16 establece que la Ley y los profetas fueron hasta Juan (el
Bautista). Juan el Bautista fue la última figura similar al profeta del Antiguo
Testamento y fue más bien una figura transitoria.
2) En Hechos 21:8-14 encontramos una situación interesante. Aquí aparece
el profeta Agabo, profetizando que Pablo iría a Jerusalén y que sería atado en
cadenas; y en respuesta a eso él, junto con la comunidad, le pide a Pablo que
no vaya a Jerusalén. Por su parte Pablo, en su calidad de Apóstol, le pide que
paren de hacer esa petición porque lo único que estaban haciendo era
entristeciendo su espíritu, y que él tenía que ir a Jerusalén por designio de
Dios. En este caso parece ser que el profeta tenía una opinión contraria a la
del apóstol, algo que nunca hubiese pasado en el Antiguo Testamento, donde el
creyente tenía que obedecer la voz infalible del profeta. Note cómo al final
terminaron diciendo: “que se haga la voluntad de Dios”. Si Agabo hubiese sido
un profeta al estilo del Antiguo Testamento, esa frase no tendría cabida porque
lo que Agabo reveló hubiese sido la voluntad de Dios y ya no habría que
preguntarse acerca de cuál sería dicha voluntad. El verdadero profeta del Antiguo
Testamento siempre era infalible, según revela Deuteronomio 18.
3) 1 de Corintios 14:29-30 dice: “Y que dos o tres profetas hablen, y
los demás juzguen. Pero si a otro que está sentado le es revelado algo, el
primero calle”. La idea aquí es que lo que un profeta diga sea comprobado por
otros que estén en la congregación, o por la misma congregación. De ahí que
dice que si dos o tres profetas hablan, que los demás juzguen; en otras
palabras, disciernan lo revelado. La revelación del profeta del Antiguo
Testamento no estaba sujeta al escrutinio de dos o tres profetas o de la
congregación o comunidad donde él estaba profetizando. Lo que él decía era
incuestionable, porque era Palabra de Dios. Podemos inferir que, puesto que
esta infalibilidad profética no existía en el Nuevo Testamento, cuando se traía
alguna revelación tenía que ser juzgada por los demás.
Todo lo anterior es para hacer la aclaración de cuál es el significado
primario de la palabra profetizar y para aclarar que entendemos que el don de
profetizar del que habla el Nuevo Testamento no es equivalente al oficio de
profeta del Antiguo Testamento. En esos casos, quizás sea mejor hablar de
alguna revelación que Dios haya traído a través de un Agabo o alguien similar
que necesitaba el escrutinio o el juicio de los demás.
SOBRE EL DON DE LENGUAS. Este es otro don que ha causado una gran controversia. Hay un grupo que
entiende que este don, al igual que otros dones sobrenaturales, ya pasaron y
que estuvieron presentes hasta que murió el último de los apóstoles. En el otro
extremo, otros creen que estos dones están presentes, pero lo usan de una
manera completamente antibíblica, violando parámetros que Pablo establece en 1
de Corintios 14. Otros estamos en una posición
intermedia, donde creemos que este don pudiera tener su lugar hoy en
circunstancias especiales, pero que su ejercicio necesita ser regulado por la
Palabra de Dios.
La primera manifestación del don de lenguas aparece en el libro de Los
Hechos:
Hechos 2:4-8 “Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a
hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba habilidad para expresarse.
Y había judíos que moraban en Jerusalén, hombres piadosos, procedentes de todas
las naciones bajo el cielo. Y al ocurrir este estruendo, la multitud se juntó;
y estaban desconcertados porque cada uno les oía hablar en su propia lengua. Y
estaban asombrados y se maravillaban, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos
estos que están hablando? ¿Cómo es que cada uno de nosotros les oímos hablar en
nuestra lengua en la que hemos nacido?”.
Esta experiencia en el libro de los Hechos obviamente fue usada por Dios
donde Él permitió que individuos que hablaban diferentes lenguas humanas
pudieran oír el mensaje que Pedro estaba predicando en sus propios idiomas.
Este don así expresado no requirió de ningún intérprete porque cada cual oyó el
mensaje en su propia lengua, y fue usado de una manera evangelística, para la
predicación del mensaje.
Este don de lenguas es diferente, a nuestro entendimiento, del que
aparece descrito en 1 de Corintios 14, y que es precedido por un verso
introductorio en 1 Corintios 13.
1 Corintios 13:1 dice: “Si yo hablara lenguas humanas y angélicas, pero
no tengo amor, he llegado a ser como metal que resuena o címbalo que retiñe”.
Notemos cómo el apóstol Pablo dice “Si yo hablara lenguas humanas y angélicas”,
como tratando de hacer una diferenciación entre lo que son las lenguas humanas
y las lenguas angelicales. Creemos que este don de lenguas que está más
claramente descrito en el próximo capítulo 1 Corintios 14 se refiere a lenguas
angelicales y no a lenguas humanas, por varias razones. En primer lugar, este
don descrito en la carta a los corintios requiere de un intérprete, y que ese
intérprete tenga el don de la interpretación. Eso no fue requerido en el don de
lenguas manifestado en Hechos 2. Además, en el libro de Los Hechos se nos describe
el ejercicio del don de lenguas, y este sirvió para evangelizar; pero el
propósito del don de lenguas descrito en 1 Corintios 14 no tiene nunca el
propósito de la evangelización, sino que su propósito es el alabar y glorificar
a Dios como vamos a ver más adelante.
Habiendo dicho eso, veamos algunas de las cosas que Pablo nos dice en 1
Corintios 14 en los primeros versículos de este capítulo:
1 Corintios 14:2 “Porque el que habla en lenguas no habla a los hombres,
sino a Dios, pues nadie lo entiende…”. Si no le habla a los hombres entendemos
entonces que esta no es una lengua humana. Si solamente le habla a Dios,
creemos que esta es una lengua angelical que solamente puede ser entendida por
Dios.
1 Corintios 14:4 dice que “El que habla en lenguas, a sí mismo se
edifica, pero el que profetiza edifica a la iglesia”. Pablo está estableciendo
la diferencia entre lo que es el don de lenguas y lo que es el don de profecía.
Cuando se profetiza, se profetiza para edificar la iglesia; cuando se habla en
lenguas muchas veces la edificación primera la recibe aquel que ejerce el don,
pero los dones se nos dan primordialmente para la edificación del cuerpo de
Cristo.
1 Corintios 14:5 dice que “el que profetiza es superior al que habla en
lenguas”. Y eso es importante recordarlo, simplemente porque muchos son los que
han elevado el don de lenguas a una categoría que no tiene, haciendo esta
experiencia muy superior a cualquier otra experiencia, sólo por lo llamativa y
atractiva que es la experiencia.
Notemos cómo el apóstol Pablo dice que si hablo en lenguas y no sé lo
que dije hablo al aire (1 Co. 14:9). De manera que la experiencia del don de
lenguas sin el entendimiento del mismo no tiene ningún sentido, sería el
equivalente al hablar al aire, y ya sabemos lo poco productivo que es hablarle
al aire.
Pablo amplía esto más en 1 Corintios 14:14-17 “Porque si yo oro en
lenguas, mi espíritu ora, pero mi entendimiento queda sin fruto. Entonces ¿qué?
Oraré con el espíritu, pero también oraré con el entendimiento; cantaré con el
espíritu, pero también cantaré con el entendimiento. De otra manera, si
bendices sólo en el espíritu, ¿cómo dirá el Amén a tu acción de gracias el que
ocupa el lugar del que no tiene ese don, puesto que no sabe lo que dices?
Porque tú das gracias bien, pero el otro no es edificado”. Aquí el apóstol nos
está diciendo que él no quiere simplemente orar con el espíritu, que sería el
orar en lenguas, sino que el quiere orar también con su entendimiento, porque
sino, su entendimiento quedaría sin edificar.
CONCLUSIÓN. Como podemos ver, muchos de los que defienden los dones sobrenaturales
lo hacen en franca violación de los lineamientos establecidos por la Palabra, y
eso se hace entonces inaceptable. El Espíritu de Dios que inspiró la Palabra no
puede contradecirse a sí mismo. De igual modo, donde el ejercicio de un don no
esté contribuyendo a la edificación de la iglesia, es un don que no debiera
existir… el que sea. Porque esto contradice lo que la palabra describe como
propósito para todos los dones.
Por otra parte este es un tema donde hermanos de mucho peso académico
han diferido y tenemos que ser como nuestro Señor Jesucristo, mansos y
humildes, para saber dónde están nuestros puntos en común, y habiendo
distinguidos dichos puntos, ver si realmente nuestras diferencias son tan
monumentales que nos requieran
separarnos unos de otros.
Como nota final quisiera decir que nunca he experimentado ninguna de los
dones sobrenaturales mencionados arriba, ni nunca lo he visto expresados en
nuestra iglesia en dieciocho años que tenemos funcionando. Menciono esto solo
para decir que la explicación que ofrezco más arriba es en base a exégesis de
pasajes bíblicos y no a experiencias personales.
Al final procuremos que Dios sea glorificado, su Palabra exaltada y su
Pueblo edificado por encima de todas nuestras opiniones y experiencias
personales.