Dios perdonó a
David su pecado, pero mira las bendiciones que se perdió David por la caída.
Mira de lo que se privó por su aventura con Betsabé, el costo oculto que pagó
por desviarse del camino que Dios puso delante de él. Dios le dijo: “Yo te ungí por rey sobre Israel, y te
libré de la mano de Saúl, y te di la casa de tu señor, y las mujeres de tu
señor en tu seno; además te di la casa de Israel y de Judá; y si esto fuera
poco, te habría añadido mucho más” (2 Sam. 12:7-8).
Dios estaba
esperando derramar bendiciones que David no había siquiera imaginado,
bendiciones que anhelaba derramar sobre su siervo. Bendiciones que podrían
haber sido más grandes que todas las cosas que Él había hecho por David en el
pasado. Sin embargo, a causa de su pecado, David viviría y moriría sin saber
cuales eran estas bendiciones “Y si esto fuera poco, te habría añadido mucho
más”, dijo Dios.
Nada le agrada
a Dios más que a colmar a sus hijos con bendiciones maravillosas. El cielo está
lleno de gloriosas misericordias a la espera de ser derramadas sobre sus
siervos que permanecen fieles, siervos que abrazan el pacto que Dios ha creado para aquellos que permanecen
fieles a la voluntad y el propósito que Él pone delante de ellos. Y esas
bendiciones no están reservadas sólo para los reyes y guerreros, sino para ti y
para mí. Para cualquier persona que llama a Dios "Padre".
Pero, cómo y
cuando vienen esas bendiciones depende totalmente de nosotros. Es nuestra
obediencia la que las libera de la mano de Dios y las trae a nuestras vidas.
Podemos vivir en la voluntad de Dios y experimentar su misericordia cada día, o
podemos caminar por nuestro propio camino y perderlas.
"Y a Aquel
que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que
pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros" (Efesios
3:20).
NICKY CRUZ - (DEVOCIONAL DIARIO “ORACIONES”)