Pablo se
refiere a nuestro hombre interior (ver Romanos 7:22). A la iglesia de los
corintios, les dijo: “el interior no
obstante se renueva de día en día” (2 Corintios 4:16). Ciertamente, existen
dos personalidades tales, en todos nosotros. Esta el hombre exterior y el
hombre interior, el hombre escondido. El hombre exterior está siempre expuesto
ante todos, pero el hombre escondido es conocido sólo por Dios. Este hombre
interior no se muestra visiblemente. Él reside donde nadie más puede ver la
obra que toma lugar en él. Y el Espíritu Santo está constantemente obrando en
él, fortaleciéndolo y preparándolo para recibir la verdadera autoridad
espiritual.
Pedro ilustra
esta dualidad en nosotros dándonos el ejemplo de cierta mujer. Esta mujer es
engalanada con adornos finos, llevando la última moda en peinados y toda clase
de joyas, anillos, pulseras y cadenas. Ella es un ejemplo viviente de la carne
que atrae a la carne.
“Vuestro atavío
no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos
lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un
espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios” (1 Pedro
3:3-4).
Es claro que Pedro habla aquí de la iglesia
descarriada. Esta iglesia opera en la carne, basando todo en apariencias
externas. No tiene santidad interior y por lo tanto ninguna autoridad verdadera.
Trágicamente, muchos cristianos son atraídos a esta clase de iglesia. Son
impresionados por los servicios llamativos que no poseen nada de la verdadera
gloria de Dios.
Por favor no me
malinterpretes: Pedro no le pide a ninguna mujer cristiana que arroje su juego
de maquillajes. Más bien, lo que él está diciendo es: “Si tú quieres operar en
autoridad espiritual, entonces deja de tratar de impresionar a los demás por tu
apariencia o tus acciones. En cambio, enfócate en el hombre escondido. Esa es
la única manera de obtener la autoridad de Cristo”.
DAVID WILKERSON - (DEVOCIONAL DIARIO “ORACIONES”)