“…estad así firmes en
el Señor, amados… Regocijaos en el Señor siempre… Vuestra gentileza sea
conocida de todos los hombres. Por nada estéis afanosos… Y la paz de Dios, que
sobrepasa todo entendimiento… todo lo que es verdadero, todo lo honesto…Lo que
aprendisteis esto haced… Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. La gracia de
nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén.” (Filipenses 4:1, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 13, 23)
En mis palabras, el
apóstol Pablo nos diría que el gozo no es voluble, no necesita muchas cosas
para mantener la sonrisa.
El gozo es profundo y
consistente, es el aceite que reduce la fricción de la vida.
Bueno, sabemos qué es
el gozo, pero ¿cómo lo obtenemos y cómo lo mantenemos? Una vez más, es la
actitud de nuestra mente. Nuestras mentes pueden mantenerse libres de ansiedad
cuando dejamos la carga de nuestras preocupaciones en el Señor cuando oramos.
Al deshacernos de las cosas que nos oprimen, creamos un espacio para que el
gozo ocupe su lugar.
Piensa en ello de esta
manera: hay circunstancias que ocurren que fácilmente nos aplastan. Pueden
originarse en el trabajo o en la casa o aún durante el fin de semana cuando
estamos descansando. Inesperadamente llegan. Inmediatamente tenemos una opción,
una opción de actitud. Podemos
entregarle esa circunstancia a Dios y pedirle que tome Él el control o podemos
enrollar nuestras mangas mentales y golpearla.
El gozo espera nuestra
decisión. La paz reemplaza el pánico y la alegría mueve a la acción.
Deliberadamente escoge darle las cosas a Dios en el momento en que suceden.
Deshacernos de las
cosas que nos arrastran crea espacio para el gozo.
CHARLES SWINDOLL -
(Dev. "VIDA NUEVA PARA EL MUNDO”)