¿Por qué sentimos que
estamos en una batalla constante? Es como en las caricaturas, en donde un
diablo se sienta en un hombro y un ángel en el otro, cada uno en guerra por la
atención. Nosotros estamos involucrados en una batalla, pero no de ese tipo.
Pablo se dirige a nuestro verdadero dilema en Romanos: “Por lo tanto, el problema no es con la ley, porque la ley es buena
y espiritual. El problema está en mí, porque soy demasiado humano, un esclavo
del pecado. Realmente no me entiendo a mí mismo, porque quiero hacer lo que es
correcto pero no lo hago. En cambio, hago lo que odio… Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa no existe nada
bueno. Quiero hacer lo que es correcto, pero no puedo” (Rom. 7:14-15, 18,
NTV).
Pablo habló sin rodeos
aquí al describir su condición: “Soy de carne y hueso. Hago mal todo el tiempo.
Nada bueno habita en mí”. Por lo tanto, ¿Es ésta la descripción básica de Pablo
de un cristiano? ¿Acaso está diciendo: “Todos tus días estarán llenos de tales
conflictos”? De ningún modo.
Aún Pablo prosigue
diciendo: “Cuando quiero hacer lo que es correcto, no puedo evitar hacer lo que
está mal. Amo la ley de Dios con todo mi corazón, pero hay otro poder dentro de
mí que está en guerra con mi mente. Ese poder me esclaviza al pecado que
todavía está dentro de mí. ¡Soy un pobre desgraciado! ¿Quién me libertará de
esta vida dominada por el pecado y la muerte?” (7:21-24).
Muchos cristianos paran
aquí y dicen: “Ese soy yo, soy salvo, pero mi vida es miserable. No hay manera
de que Dios me pueda utilizar, nunca. Paso cada hora del día sólo luchando
contra el pecado”. El problema es que
estos cristianos no saben quiénes son en Cristo y ese es exactamente el punto
de Pablo. El nos pinta el cuadro completo de nuestro dilema, describiendo
nuestra condición miserable, y pregunta: “¿Hay alguna salida? ¿Cómo voy a ser
liberado de esto? Es imposible en mi propia fuerza”.
Luego, en uno de los
pasajes más impresionantes registrados en las Escrituras, Pablo nos da la respuesta
de Dios a la condición humana: “¡Gracias a Dios! La respuesta está en
Jesucristo nuestro Señor… Ya no hay condenación para los que pertenecen a
Cristo Jesús; y porque ustedes pertenecen a él, el poder del Espíritu que da
vida los ha libertado del poder del pecado, que lleva a la muerte” (7:25;
8:1-2).
Hay una nueva ley
obrando en ti ¡Porque hay una nueva autoridad en la ciudad! Jesús, la nueva
autoridad, ha hecho que el “hombre viejo y corrupto” haya salido corriendo de
nuestra carne. Ya no vives bajo la ley del pecado y de la muerte, porque “la
ley del Espíritu te ha hecho libre en Cristo Jesús”.
GARY WILKERSON -
(DEVOCIONAL DIARIO “ORACIONES”)