“Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es
de Dios.” Marcos 12:17
La cuestión sobre
si los judíos leales debían o no pagar impuestos al emperador era un asunto
político polémico y muy sensible en aquellos días. En un extremo estaban los zelotes fanáticos como Judas galileo,
quien en el año 6 d.C. dirigió una revuelta contra Roma y cuyo grito de batalla
era ‘Ningún tributo a los romanos’. Los fariseos
eran mucho más moderados, y aunque les molestaba finalmente justificaban el
pago. Un grupo mixto (dividido en
cuanto al pago pero unidos en cuanto a oponerse a Jesús) se acercó un día con una
pregunta tramposa: ‘¿Es lícito dar tributo a César, o no?’ (v. 14). Esto lo
ponía en el centro de un dilema. Si
decía que no, corría el riesgo del arresto y aun de algo peor. Si decía que sí,
inmediatamente perdía el apoyo popular.
Jesús pidió un
denario de plata y preguntó de quién era la imagen y la inscripción que
llevaba. ‘De César’, respondieron. De hecho, es posible que haya sido la imagen
de Tiberio, que era el emperador en ese momento, y la inscripción en latín seguramente
decía: ‘Tiberio César, hijo del divino Augusto, sumo sacerdote’.
Al pronunciar
su famoso epigrama de que lo que es del César le pertenece al César y lo que es
de Dios le pertenece a Dios, Jesús no estaba diciendo que se trataran de dos
esferas independientes y autoabastecidas (una de César y otra de Dios), ya que
todo lo que es de César en última instancia es de Dios. Más bien estaba
diciendo que el pueblo de Dios debe darle a César (literalmente ‘devolverle’, como
si se tratara de una deuda) el reconocimiento que se le debía. No podrían disfrutar
de los beneficios del gobierno romano (tales como la paz, la justicia, la educación
y los caminos) sin contribuir nada a cambio. Pero había un límite a lo que se
le debía al César. Los judíos temerosos
del Señor no tomarían nunca parte en el culto al emperador. Sabemos que la
deificación del estado no se acabó con el imperio romano. Todavía hoy existen
regímenes totalitarios tanto de derecha como de izquierda, que exigen adhesión
incondicional, algo que los cristianos no podemos dar. Todavía hay cristianos
que van a la cárcel, son sometidos a tortura, a trabajos forzados y a la
muerte, pero no niegan su lealtad al Señor. Los cristianos son ciudadanos
leales, que dan al César lo que es de César, pero reservan su adoración solo
para Dios, dando a Dios lo que es de él.
(Para continuar leyendo: Marcos 12:13–17)
JOHN STOTT - (Devocional “TODA LA BIBLIA EN UN AÑO”)