“Salomón hijo de David fue afirmado en su reino, y Jehová,
su Dios, estaba con él y lo engrandeció sobremanera.” 2 Crónicas 1:1
La iglesia actual de
Jesucristo ha sido fortalecida y bendecida por Dios. Provisión ha sido dada
para todo tipo de actividades. Considere los grandes y hermosos edificios que
han sido construidos. Considere también las grandes bendiciones financieras que
han recibido las iglesias. Millones son gastados en tele-evangelismo, libros,
discos, cassettes, misiones, instituciones, universidades y ministerios de todo
tipo.
Cuando todas estas
obras empezaron, cada uno tenía parte de la unción de Dios. Inclusive, la
mayoría iniciaron con las mismas bendiciones que Dios derramó sobre Salomón.
Salomón era bien organizado y más culto que su padre, David. Él hizo todo con
mayor alcance y mejor que generaciones previas pudieron haber concebido.
El motor detrás de
Salomón fue la sabiduría y el conocimiento. Éste fue el clamor de su corazón
ante Dios: “Dame ahora sabiduría y ciencia, para que sepa dirigir a este
pueblo; porque ¿quién podrá gobernar a este tu pueblo tan grande?” (2 Crónicas
1:10).
¿Acaso esta oración no
es maravillosa? Suena muy bien. Dios estaba complacido con Salomón pues él no
había pedido egoístamente. Sin embargo, existe un problema: ¡Su oración estaba
centrada en el hombre! En esencia, este rey talentoso, seguro de sí mismo estaba
diciendo, “Solamente dame las herramientas, Dios, y yo haré, terminaré la obra.
Dame la sabiduría y el conocimiento, y yo pondré orden en este pueblo. ¡Yo lo
lograré todo!”
La oración de Salomón no fue la oración de su padre, David,
un hombre conforme al corazón de Dios. No, la oración de Salomón fue la
de una nueva generación -un pueblo culto, con ideas y habilidades nuevas-. Su
clamor fue, “¡Yo necesito sabiduría y conocimiento!” Yo creo que Salomón
representa al espíritu y naturaleza de los últimos días de la iglesia de
Laodicea. ¡Esta iglesia se caracterizaba por la misma perdición que Salomón
enfrentó!
Salomón tenía una
cabeza llena de sabiduría y una boca llena de cantos. Él podía predicar y
enseñar con una habilidad increíble. Él operaba con excelente organización y
con líderes talentosos. Todo en su iglesia parecía decente y en orden. Pero
todo lo que Salomón hizo terminó con esta frase, “Miré todas las obras que se
hacen debajo del sol, y vi que todo ello es vanidad y aflicción de espíritu.” (Ecles. 1:14)
La iglesia de Salomón
tenía todas las respuestas. ¡Luce maravillosa por fuera pero está absolutamente
sin vida! Y ésta termina en vanidad, idolatría, sensualidad, vacío y
desesperanza.
DAVID WILKERSON - (DEVOCIONAL DIARIO “ORACIONES”)