CRECIENDO EN TEMPORADAS DE CRISIS
Isaias 6:1-13
Por Philip Nunn
El capítulo 6 del libro de Isaías narra una experiencia notable
que cambió la vida del profeta. El encuentro con Dios que transformó su vida
ocurrió en el año en que murió el rey Uzías (6:1). Este detalle nos ayuda a ubicar la experiencia de Isaías en
el año 740 A .C.,
pero más que eso, la muerte del rey nos proporciona el contexto de la extraordinaria
experiencia de Isaías. ¿Cuál es el significado de la muerte del rey Uzías?
La vida del rey Uzías está relatada en 2 Crónicas 26. “De dieciséis
años era Uzías cuando comenzó a reinar, y cincuenta y dos años reinó en
Jerusalén… E hizo lo recto ante los ojos de Jehová… Y persistió en buscar a
Dios en los días de Zacarías entendiendo en visiones de Dios; y en estos días
en que buscó a Jehová, él le prosperó” (26:4-5). La nación entera gozó de
los beneficios del éxito de este rey, viviendo años de paz, estabilidad y
prosperidad material. El poderío militar de este rey también era de admirar.
“Tuvo también Uzías un ejercito de guerreros… E hizo en Jerusalén máquinas
inventadas por ingenieros para que estuviesen en las torres y en los baluartes
para arrojar saetas y grandes piedras. Y su fama se extendió lejos, porque fue
ayudado maravillosamente…” (26:11-15).
Trate de imaginar el efecto social
de 52 años de paz, estabilidad y prosperidad. Ninguno de los moradores de Judá con una edad menor
de los 55 años conocía una vida sin el rey Uzías. Pero estos felices años de
normalidad terminaron. El rey Uzías pecó, fue castigado con lepra y luego
murió. La muerte del rey Uzías inicia un período de incertidumbre y temor. ¿Qué
sucederá ahora? ¿Quién dirigirá la nación? ¿Nos invadirán los enemigos? Este
fue un año nacional de crisis. Y en este año de crisis, en “el año que murió el
rey Uzías”, el Señor Dios decidió llamar, limpiar y enviar al profeta Isaías.
Nosotros también enfrentamos temporadas de crisis. Puede ser una crisis familiar,
donde nos corresponde hacerle frente a las consecuencias de una enfermedad, de
un divorcio o la muerte de un ser querido.
Puede ser una crisis nacional o global que nos afecta personalmente, donde nos corresponde vivir las tristes consecuencias del terrorismo, del desempleo o de la inestabilidad de los mercados financieros. Podemos experimentar crisis de fe al luchar con nuestras dudas, al considerar algunas oraciones que Dios no ha contestado o al tener la desdicha de vivir algún serio conflicto en la iglesia local.
Puede ser una crisis nacional o global que nos afecta personalmente, donde nos corresponde vivir las tristes consecuencias del terrorismo, del desempleo o de la inestabilidad de los mercados financieros. Podemos experimentar crisis de fe al luchar con nuestras dudas, al considerar algunas oraciones que Dios no ha contestado o al tener la desdicha de vivir algún serio conflicto en la iglesia local.
Un tiempo de relativa calma llegó a su fin y ahora el futuro lucía muy
incierto. La relación de Dios con Isaías nos enseña que Él puede usar esas
temporadas de dificultad y dolor. En las
manos de Dios los tiempos de crisis proporcionan una oportunidad para el
crecimiento personal.
1. EN TIEMPOS DE CRISIS BUSQUE AL
SEÑOR.
Cuando la crisis llega algunas personas se paralizan, ya sea por miedo o
porque entran en shock. Otros, sin embargo, se vuelven hiperactivos buscando
una solución rápida, corriendo de un lado al otro. ¿Qué hace Isaías? El podría
haber organizado una delegación para visitar los países vecinos para firmar
acuerdos de paz. Podría haber entrado en diálogos con los hombres del poder
militar.
Pudo haber tratado de crear su propio partido político “religioso”. En este primer versículo no encontramos a Isaías en el palacio, ni en la Cámara de Comercio. Encontramos a Isaías en el templo. En tiempos de crisis busque al Señor.
Pudo haber tratado de crear su propio partido político “religioso”. En este primer versículo no encontramos a Isaías en el palacio, ni en la Cámara de Comercio. Encontramos a Isaías en el templo. En tiempos de crisis busque al Señor.
El Señor se alegra de verlo allí y lo premia con una visión bien
importante. No es una visión de un futuro con mil años de paz. No es una visión
sobre la destrucción de los enemigos de Judá. ¡No! Dios sabía exactamente lo
que Isaías necesitaba: Isaías necesitaba un encuentro con Dios. “Vi yo al Señor sentado sobre un trono alto
y sublime, y sus faldas llenaban el templo” (6:1). El Señor Dios no había
entrado en pánico. La crisis no lo había tomado por sorpresa. Dios no estaba
corriendo de un lado a otro. Dios estaba calmado. Estaba sentado. Era muy
importante que Isaías tomara nota de esto. Y nosotros también. El Señor estaba
sentado en un trono, y esto habla de Su autoridad. Era un trono alto y sublime.
Cuando Isaías cayó en cuenta del significado de visión, su espíritu encontró
descanso. Para Judá la crisis fue el comienzo de un futuro muy incierto. Pero
para Isaías esta visión de Dios lo llenó de confianza.
Entendiendo Isaías que el futuro estaba en las manos de Dios, el pudo
luego escribir “Este es el consejo que está acordado sobre la tierra, y esta,
la mano extendida sobre todas las naciones. Porque Jehová de los ejércitos lo
ha determinado, ¿y quién lo impedirá? Y su mano extendida ¿quién la hará
retroceder?” (Isaías 14:26,27). Si queremos
permanecer en calma en temporadas de crisis, si deseamos mirar al futuro sin
temor, también necesitamos un encuentro con Dios, una visión fresca y real del
Dios de las Sagradas Escrituras.
2. EN TIEMPOS DE CRISIS, EXAMÍNESE.
Cuando Isaías se fijó en el Señor, observó 2 serafines volando sobre Su trono.
Escuchó que le uno le decía al otro: “Santo,
Santo, Santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria”
(6:3). Para complementar esta experiencia conmovedora “los quiciales de las
puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de
humo” (6:4). Dios tiene muchos atributos maravillosos. Dios es amor. Dios es
fiel. Dios es todopoderoso. Pero el único atributo que se repite 3 veces es
este: Dios es Santo. La repetición es una manera de hacer énfasis. Isaías
entendió el mensaje. Dejó de mirar al Señor y se miró a sí mismo. El contraste
era obvio y doloroso. “Ay de mí” dijo Isaías, “que soy muerto; porque siendo
hombre inmundo de labios…” (6:5). La
crisis nos presenta la oportunidad de buscar con pasión la presencia del Señor.
Y cuando entramos, la presencia del Señor nos hace dolorosamente conscientes de
nuestra propia imperfección.
Antes de la crisis, decimos con alegría que nuestro futuro esta en las
manos de Dios. Pero cuando la crisis nos golpea, cuando se nos roban los
ahorros, cuando perdemos nuestro trabajo, cuando nuestra salud falla… nuestro
futuro no luce tan seguro. Tal vez es más fácil confiar en el Señor cuando nos
sentimos fuertes, seguros y en control de las cosas. La crisis rompe esta
apariencia de seguridad. Para el Señor
era importante que Isaías sintiera su propia pequeñez, para ello le mostró Su
grandeza. Para el Señor era importante que Isaías sintiera su pecado, para
ello le mostró Su santidad. La crisis que usted vive también es una invitación
a acercase al Señor, para mirar al Señor y luego para mirarse a sí mismo. Es
una invitación a examinarse de manera sincera. En las manos del Señor, la
crisis es una herramienta para despertarnos del activismo y la rutina
religiosa, para mostrarnos errores y mentiras en nuestra manera de pensar, para
ayudarnos a ver y corregir prioridades que no honran a Dios. En vez de buscar
los culpables de su crisis, examínese en la presencia de Dios. Tal vez haya
algo que usted necesita corregir. Tal vez sus labios también son “inmundos”.
3. EN TIEMPOS DE CRISIS, INTENTE
ESCUCHAR.
“Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón
encendido, tomado del altar con unas tenazas; y tocando con él sobre mi boca,
dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa y limpio tu
pecado” (6:6,7). Esta fue una acción simbólica. Es muy posible que el altar
represente la obra de Cristo, ya que el perdón y la limpieza están asociados
normalmente con la muerte sacrificial del Señor Jesús. “Así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados
de muchos” (Hebreos 9:28). Imagínese por un momento el efecto de un carbón
encendido tocando sus labios. Estoy seguro que Isaías nunca olvidó ese doloroso
momento. Las cicatrices y el recuerdo del dolor asegurarían que Isaías nunca
olvidaría su realidad pasada: sus labios inmundos. Nosotros también necesitamos
recordar de donde nos sacó el Señor. Si
se nos olvida que Dios ha tenido que tratarnos con mucha gracia, nos será
difícil usar de esa gracia en nuestras relaciones con otros. Dios tenía
planes para usar los labios de Isaías, pero primero los quemó.
Isaías esta ahora limpio y atento en la presencia del Señor. Esta listo
para escucharlo. “Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y
quién irá por nosotros?” (6:8). Es muy fácil tener nuestras propias ideas,
nuestros propios planes, nuestras propias opiniones, nuestras propias
soluciones. Cuando nuestra mente esta ocupada con nuestras propias ideas,
planes, opiniones y soluciones es muy difícil escuchar la voz del Señor. Su
suave voz se pierde en nuestro afán y caos interior. Pero si queremos beneficiarnos de la crisis, si queremos crecer a
través de ella, debemos poner nuestras iniciativas en las manos del Señor y
disponernos a escuchar su voz.
Isaías luego aplica este principio a toda la nación: “¡Ay de los hijos
que se apartan, dice Jehová, para tomar consejo, y no de mí; para cobijarse con
cubierta y no de mi espíritu, añadiendo pecado a pecado!... Por tanto, Jehová
esperará para tener piedad de vosotros, y por tanto, será exaltado teniendo de
vosotros misericordia; porque Jehová es Dios justo; bienaventurados todos los
que confían en él… Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga:
Este es el camino, andad por él” (Isaías
30:1,18-21). El Señor a veces escoge hablar a través del consejo de otros,
a veces a través de Su Palabra, a veces a través de las circunstancias o a
través de un sueño… Es Dios el que escoge
cómo desea comunicarse con nosotros. Nuestra responsabilidad, como la de Isaías
y Samuel, es el de estar atento a Su voz: “Habla, Jehová, porque tu siervo oye”
(1 Samuel 3:9).
4. EN TIEMPOS DE CRISIS, ESTÉ
DISPUESTO A CAMBIAR.
Cuando Isaías le contesta al Señor: “Heme aquí, envíame a mi” (6:8) me
pregunto qué imaginaba Isaías. ¿Será que pensaba que el Señor lo enviaría a
ungir a un nuevo rey, como lo hizo Samuel con David unos 300 años atrás? ¿Será
que Isaías pensó que posiblemente el Señor lo iba a ungir al él como el nuevo
rey? Es posible que Isaías imaginara que el Señor lo usaría, como usó a Moisés
para conducir al pueblo de Dios fuera de la crisis a una tierra nueva. Tome
nota que el Señor no le pregunta a Isaías “¿Qué desea hacer?” El Señor le da instrucciones concretas:
“Anda, y di a este pueblo: oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no
comprendáis” (6:9). El Señor sabía muy bien cuál era la tarea requerida.
Podemos tener nuestras opciones, gustos y preferencias, pero cuando decimos al
Señor “soy tuyo, heme aquí, úsame” debemos estar abiertos a Su respuesta. Antes
de la crisis, usted se sentía más o menos satisfecho con sus amistades,
familia, iglesia, estudios, trabajo, salud y finanzas. Posiblemente creía que
sólo unos pequeños cambios y ajustes eran necesarios, pero nada muy serio o
radical. Tome nota que una crisis puede
ser lo que Dios va a usar para motivar un cambio serio en su vida. La vida de
Isaías cambió. Nunca más fue la misma.
Es importante notar que no fue la crisis en si lo que cambió a Isaías.
La crisis nos presenta la oportunidad de hacer un “pare” en el camino, para
acercarnos más al Señor, para escuchar Su voz, para identificar y eliminar
aquellas cosas que impiden nuestro crecimiento. En la crisis, el Señor puede
motivarnos a continuar fielmente con nuestras labores. Si como Arquipo, hemos
confundido prioridades, en la crisis el Señor puede llamados a cumplir el
ministerio que Él nos ha encomendado (Colosenses 4:17).
Pero, con la crisis, el Señor también puede estar abriendo una ventana
para mostrarnos una nueva dirección, un nuevo ministerio, un nuevo llamado. El Señor le encomendó a Isaías un
ministerio profético bien difícil. Debía hablarle a una nación de gente terca.
Si Isaías hubiera tenido su mirada puesta en el “éxito” y en resultados
visibles, no hubiera durado mucho como profeta. La crisis y las dificultades en
sí mismas no deben determinar cuando paramos. Cuando fue comisionado, Isaías
preguntó: “¿Hasta cuándo, Señor? Y respondió él: Hasta que las ciudades estén
asoladas y sin morador… hasta que Jehová haya echado lejos a los hombres y multiplicado
los lugares abandonados en medio de la tierra” (6:11-12). Todas nuestras labores son temporales.
Esto incluye actividades cristianas tales como: colegios cristianos,
hospitales, orfanatos, organizaciones misioneras, bandas musicales, revistas,
inclusive iglesias locales. Al igual que Isaías deberíamos también preguntar
“¿Hasta cuándo, Señor?” Le corresponde al Señor determinar cuándo algo debe
comenzar y cuándo debe terminar.
Continuar laborando cuando el Señor dice que es el momento de parar, no
es fidelidad. Es desobediencia. Parar cuando el Señor desea que continuemos,
también es desobediencia. Una crisis puede sugerir que es tiempo de cambiar
algo, pero no embarque en el cambio hasta que sientas que el Señor lo está
guiando.
CONCLUSIÓN
Recientemente, tal vez su vida ha dado un giro inesperado y difícil.
Posiblemente se pregunta porqué el Señor utiliza una herramienta tan tosca y
dolorosa. El Señor usa esos momentos de dolor interno para animarnos a estar
más cerca de Él, para limpiarnos, para hablar a nuestro corazón. Interprete su
crisis como una oportunidad para crecer. Nuestro Dios aun está sentado en su
trono, alto y sublime. Él permanece en control de todo. Escoja acercarse más al Señor, tome la decisión de apartarse actividades
o personas que interfieren con su crecimiento espiritual, conscientemente busque
escuchar Su voz – decida crecer en esta temporada de crisis–. En un futuro no muy
lejano, usted también, junto con muchos otros, cantará de la fidelidad del
Señor:
“Tú guardarás en completa paz a
aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado. Confiad en
Jehová perpetuamente, porque en Jehová el señor está la fortaleza de los
siglos” (Isaías 26:3-4).


