TESOROS INMARCESIBLES
Por Alberto I. González Muñoz
“Vendan sus posesiones y den
limosnas; háganse bolsas que no se deterioran, un tesoro en los cielos que no
se agota, donde no se acerca ningún ladrón ni la polilla destruye.” Lucas 12:33
“Mejor es poco con temor del SEÑOR,
que gran tesoro con turbación.” Proverbios
15:16
Mi esposa y yo visitamos en el extranjero una casa maravillosa. Nunca
antes habíamos visto una casa de familia así. No solo la edificación, majestuosa
y con un diseño espectacular, sino los muebles, la decoración, los jardines y
todas las facilidades proporcionan un lugar especial para vivir de una manera
ideal.
Sus dueños, una familia evangélica a quienes conocemos y amamos
profundamente, no por ostentación sino para mostrarnos cuánto Dios les había
bendecido, nos enseñaron toda la residencia y explicaron cómo habían
especificado sus preferencias durante su construcción. Ellos se ocuparon de
cada detalle a fin de lograr la casa de sus sueños. ¡Y ciertamente lo lograron!
Seguramente quienes pasan por el vecindario dónde está esa residencia reconocen
que sus ocupantes son personas muy afortunadas, a quienes nada les falta y
están realmente disfrutando de la vida. Nadie
puede imaginar el inmenso dolor que les impide disfrutar a plenitud todo lo que
tienen.
Después de una noche muy especial visitándoles, al despedirnos, alguien
de la familia hizo alusión, debido a que mi esposa y yo regresábamos en pocos
días a Cuba, a que no sería fácil enfrentar las carencias y dificultades de
nuestra vida en Cuba después de estar viajando por el extranjero varios meses.
El dueño de la casa, cuando escuchó ese comentario, comentó emocionado: —
¡Qué va! Ellos allí tienen a sus hijos y su ministerio.
Al escuchar sus palabras vi que sus ojos estaban húmedos. Lo cierto es
que nuestros queridos amigos habían perdido, unos meses atrás, a su hijo mayor,
con sólo veinticinco años, tras una rápida, dolorosa y terrible enfermedad.
Alguien podrá argumentar que ellos están en mejores condiciones que
nadie para afrontar una pérdida así, lo cual es cierto… en parte. Pérdidas de ese tipo no son sustituibles, y
ante golpes tan desgarradores las cosas materiales pierden todo su valor.
Tras un dolor semejante, las personas tienden a decir: ¿De qué me vale tener
todo esto? Nuestros amigos han encontrado la fuerza no en sus posesiones, sino
en su fe. Ellos entregarían gustosos todo lo que tienen si con ello pudieran
devolverle la vida a su hijo.
Entonces, ¿Qué vale más? Enfoquémonos en los verdaderos tesoros que
tenemos a nuestro alrededor y todo en la vida tendrá más sentido. Descubrirás
que eres más feliz de lo que piensas. Recapacita en los verdaderos tesoros que
posees, aquellos que son inmateriales, pero que llenan tu vida de satisfacción.
Tendemos a sobrevalorar nuestras carencias cuando nos enfocamos en lo
material. Enfoquémonos en nuestros
tesoros espirituales y la paz de Dios llenará nuestro corazón en cualquier
circunstancia. ¡Dios les bendiga!