“Su señor le respondió: «¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel!
En lo poco has sido fiel; te pondré a cargo de mucho más. ¡Ven a compartir la
felicidad de tu señor!»” Mateo 25:21
A menudo las mejores
pruebas de la verdad de nuestra religión son las cosas pequeñas por Cristo. La
obediencia en las cosas pequeñas tiene mucho que ver con el carácter de un
sirviente. Uno emplea a un sirviente en la casa y sabe muy bien si será un
sirviente malo o bueno, si las actividades principales del día están bien
atendidas: las comidas cocinadas, las camas listas, la casa barrida, si atiende
la puerta; pero la diferencia entre un sirviente que hace al hogar feliz y otro
que es una plaga yace en varios asuntos pequeños los cuales, por ventura, no
podrías anotar en un papel pero constituyen una gran comodidad o incomodidad
doméstica y, por lo tanto, determinan el valor de un siervo.
Así creo yo que sucede en la vida cristiana. Me imagino que
la mayoría de nosotros nunca omitiría los asuntos más críticos de la ley; como hombres
cristianos intentamos mantener integridad y rectitud en nuestras acciones, y
tratamos de ordenar nuestras familias en el temor de Dios en cuanto a los
asuntos grandes. Pero el espíritu de obediencia se manifiesta más al buscar al
Señor en los detalles pequeños, se ve al mantener nuestros ojos en el Señor. El
espíritu verdaderamente obediente desea conocer la voluntad del Señor acerca de
todo y de haber algún punto que al mundo le pareciera trivial, esa es la razón
misma por la cual el espíritu obediente dice: «Cuidaré de este para demostrar a
mi Señor que incluso en las minucias yo deseo someter mi alma a su agrado».
(A través de la Biblia
en un año: Génesis 13-16)
CHARLES SPURGEON - (Devocional “A los Pies del Maestro”)


