CUAL LA MAR HERMOSA...
Frances Ridley Havergal (1836-1879), era poeta y escritora de himnos.
Era la hija menor de William Henry Havergal, y su primera esposa Jane y nació
en Astley, Worcestershire, [Inglaterra]. Desde muy chica demostró una
inteligencia excepcional pero debido a su delicadeza física no se le permitió
estudiar de manera sistemática.
Escribía estrofas con una facilidad sorprendente desde la edad de siete
años. Aunque escribía material religioso ella no estaba segura de ir al cielo.
Sus papás eran creyentes y estuvo en escuelas donde los maestros eran salvos y
querían la salvación de los alumnos también pero ella se sentía cada vez más
desesperada sin la salvación. Finalmente, una señorita que después llegaría a
ser la segunda esposa de su padre, le dijo, “Frances, si Cristo llegara en este
momento para llevarse a los redimidos, ¿no podrías confiar en él? ¿Por qué no
confiar en el desde ahorita?” Esa noche Frances fue a su cuarto y estando ella
sola le confió su alma a Cristo y Dios la salvó.
Pronto después enfermó y aunque era muy inquieta, aceptó el reposo
necesario como una lección de un Padre amoroso. En este tiempo, ella estaba en Alemania
con su familia. Después de un año allí regresaron a Inglaterra aunque ella
después regresó para visitar a sus amigos en Alemania. En esa visita escribió
uno de sus himnos más conocidos, “Quiero consagrarme hoy” (#278 en el Himnario
Cristiano).
Antes de su muerte en 1879 en Gales del Sur, la Srta Havergal no sólo
escribió muchos himnos y poemas sino también varios folletos y libros
devocionales, pero sus himnos son los escritos que más se conocen de ella.
Otros himnos de Frances Ridley Havergal que cantamos:
-Mi vida di por ti, #207 en el Himnario Cristiano
-Oh, Señor, que tú nos hables #305 en el Himnario Cristiano
-Cual la mar hermosa #287 en el Himnario Cristiano:
Cual la mar hermosa es la paz de Dios,
Fuerte y gloriosa, es eterna paz.
Grande y perfecta, premio de la cruz;
Fruto del Calvario, obra de Jesús.
Descansando en Cristo,
Siempre paz tendré;
En Jehová confiando,
Nada temeré.
En el gran refugio de la paz de Dios,
Nunca hay molestias, es perfecta la paz.
Nunca negra duda, pena ni pesar,
Vejaciones crueles, pueden acosar.
Toda nuestra vida cuidará Jesús;
Cristo nunca cambia, El es nuestra paz.
Fuertes y seguros, en el Salvador,
Siempre moraremos en su grande amor.
Oh Señor amado, tú nos das quietud;
De ti recibimos celestial salud.
Haznos conocerte, te amaremos más;
Sé tú nuestro dueño, Príncipe de paz.


