“Ahora bien, sabemos que todo lo que dice la ley, lo dice a
quienes están sujetos a ella, para que todo el mundo se calle la boca y quede
convicto delante de Dios. Por tanto, nadie será justificado en presencia de
Dios por hacer las obras que exige la ley; más bien, mediante la ley cobramos
conciencia del pecado.” Romanos 3:19-20.
Si un hombre no hace
nada malo, no obstante, no hace lo bueno, es culpable. La omisión es un
verdadero defecto, así como lo es la perpetración. Si has omitido, en cualquier
momento, amar al Señor tu Dios con toda la fuerza e intensidad de tu
naturaleza, si has omitido en cualquier grado el amar a tu prójimo como a ti
mismo, has cometido una infracción de la ley. No obedecer es desobedecer.
¿Quién puede alegar inocencia si esto es así? ¡Cuán hiriente es la oración:
«Maldito el que no practica fielmente todo lo que está escrito en el libro de la
ley»! (Gálatas 3:10, énfasis del autor).
Es un pasaje terrible.
Me parece a mí que cierra la puerta de las esperanzas mediante las obras, sí,
la cierra con clavos. Yo bendigo a Dios porque cierra la puerta de manera
eficaz, porque si hubiera una media
oportunidad de pasar por ella, todavía veríamos a los hombres luchando por
entrar. La salvación por medio de uno mismo es la esperanza querida del
hombre: la salvación mediante las obras, los sentimientos o alguna otra cosa
propia es la falsa ilusión favorita de los pecadores. Podemos bendecir a Dios
porque ha puesto una piedra enorme en la entrada de la tumba de la esperanza
legal. Él ha quebrado como con vara de hierro el vaso terrenal que contenía los
tesoros de nuestra jactancia. «Nadie será justificado en presencia de Dios por
hacer las obras que exige la ley» (Romanos 3:20).
(A través de la Biblia
en un año: Amós 4-6)
CHARLES SPURGEON - (Devocional “A los Pies del Maestro”)


