“Que abandone el malvado su camino, y el perverso sus
pensamientos. Que se vuelva al Señor, a nuestro Dios, que es generoso para
perdonar, y de él recibirá misericordia. «Porque mis pensamientos no son los de
ustedes, ni sus caminos son los míos afirma el Señor».” Isaías 55:7-8
Al principio los
hombres tienen ideas muy bajas del pecado. Es algo insignificante, un simple
error, un fallo al juzgar, un pequeño extravío, pero cuando el Espíritu Santo
empieza a tratar con ellos, el pecado llega a ser una carga intolerable, algo
aterrador, lleno de horror y consternación. Mientras más los hombres conocen
del mal del pecado, más atónitos se quedan al pensar que alguna vez hayan
encontrado algún placer en este o que puedan haberlo justificado de alguna
manera. Ahora bien, es bueno que los hombres comiencen a ver la verdad acerca
de sí mismos, porque incluso si esa verdad los hace pedazos, es bueno que se
liberen del dominio de la falsedad.
El pecado es grande, y por esa razón el pecador piensa que
no puede ser perdonado, como si midiera al Señor por su pecado e imaginara que su
pecado es mayor que la misericordia de Dios. De ahí que nuestra dificultad con
los hombres que están realmente despiertos sea elevar sus pensamientos acerca
de la misericordia de Dios en proporción con la idea elevada que tienen de la
grandeza del pecado. Mientras no sienten su pecado, dicen que Dios es
misericordioso y hablan con mucha ligereza de este, como si el perdón fuera
algo trivial. Pero cuando sienten el peso del pecado, entonces creen que es
imposible que este se pueda perdonar. En nuestro texto Dios muestra
condescendencia para ayudar al pecador a creer en el perdón elevándole su idea
acerca de Dios. Debido a que Dios es infinitamente superior al hombre, él puede
perdonar abundantemente.
(A través de la Biblia
en un año: Joel 1-3)
CHARLES SPURGEON - (Devocional “A los Pies del Maestro”)


