En Josué 5, Israel
estaba en el apogeo de su gloria y poder, había experimentado milagros
increíbles. Su pueblo era amado, vivía con seguridad y los corazones de sus
enemigos se derretían: "y no hubo más aliento en ellos delante de los
hijos de Israel" (Josué 5:1). El versículo dos dice: “En aquel tiempo”, es
decir, tiempo de victoria, bendición, dirección y favor, era un tiempo en que estaban
listos para entrar y poseer la tierra. De hecho, Dios dijo: "¡Deténganse!
Tenemos un problema. Parece que todo está bien: grandes victorias nos esperan,
pero tenemos que resolver un asunto pendiente. El oprobio de Egipto, todavía
está en sus corazones y debe ser arrancado y expulsado".
Es como si Dios le
estuviera diciendo a Su pueblo: "He soportado pacientemente tu alejamiento
de mí, tus quejas, tus interminables y constantes codicias. Diez veces tus
padres Me provocaron en el desierto y Yo lo perdoné todo. Cuando te encontré oprimido en el horno de hierro de Egipto, te lavé,
te aseguré con mi sangre y te libré de tus enemigos. Pero todo este tiempo
has escondido un secreto en tu corazón. Te has negado a rendir un ídolo que
tiene una fortaleza en tu corazón".
El profeta Amós
confirmó que Israel tenía un corazón idólatra: "¿Me ofrecisteis sacrificios y ofrendas en el desierto en cuarenta
años, oh casa de Israel? Antes bien, llevabais el tabernáculo de vuestro Moloc…
la estrella de vuestros dioses que os hicisteis" (Amós 5:25-26). Este
fue el oprobio: Todo el tiempo, a pesar del amor, protección, bendición y guía
de Dios, los israelitas habían traído un secreto en su corazón. Aun mientras
cantaban las alabanzas del Señor, otro dios estaba gobernando las motivaciones
de su corazón.
¡Ellos habían escondido
los ídolos de sus padres entre el equipaje! Ni siquiera la asombrosa voz de un
Dios santo y terrible pudo inducirlos a abandonar sus pequeños altares, sus
imágenes de oro de Egipto. Ellos querían seguir adelante y servir a Dios,
mientras seguían aferrados a sus ídolos. El Señor había sido paciente hasta ese
momento, pero ahora les dio un ultimátum: "Voy a avanzar, pero sólo con un
pueblo santo. Hay un mundo de gozo y paz que está adelante, pero no pueden
traer su oprobio con ustedes. ¡Arránquenlo! ¡Afilen sus cuchillos! No se
permite carne alguna a partir de este punto. ¡Ninguna idolatría! ¡Ninguna
codicia arraigada! ¡Ningún oprobio secreto!"
DAVID WILKERSON
- (DEVOCIONAL DIARIO “ORACIONES”)


