“Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar
todos los dardos de fuego del maligno.” Efesios
6:16
Un soldado romano en
servicio, siempre estaba vestido para la batalla, pero no usaba su escudo,
casco y espada hasta que la pelea comenzaba. Pero nosotros como cristianos
debemos estar listos para la batalla en todo tiempo porque nuestro enemigo es
implacable. No podemos darnos el lujo de pasar por alto una sola pieza de la armadura
por negligencia o complacencia.
Respecto a ello,
Efesios 6:16 dice que ahora que te has preparado para la batalla al ceñir tus
lomos con la verdad, protegiendo tus órganos vitales con la coraza de justicia
y asegurando tus pies con el evangelio de la paz, no olvides llevar tu escudo.
Dos tipos de escudos
fueron usados comúnmente por los soldados romanos. Uno era un escudo pequeño,
ligero redondo que estaba atado al antebrazo izquierdo del soldado usado para
dar golpes durante un combate mano a mano. El
otro, al que Pablo se refiere aquí, era uno más grande que medía 1.5 mts. de
alto y 80 cm
de ancho. Estaba hecho de madera robusta cubierto de metal y una capa
gruesa de cuero tratado con aceite. El metal desviaba las flechas mientras que
el cuero aceitado extinguía la punta ardiente que generalmente tenían las
flechas. Ese tipo de escudo era ideal para una protección de todo el cuerpo.
En las primeras etapas
de una batalla, los soldados que estaban al frente, se hincaban detrás de sus
escudos para protegerse y proveer una barrera defensora para las tropas que
estaban detrás quienes usaban armas ofensivas. La meta era avanzar como una
pared humana hasta que pudieran enfrentar al enemigo mano a mano.
Como creyente, el
escudo que te protege es tu fe en Dios. Si nunca cuestionas Su carácter, poder
o Palabra, nunca serás víctima de los ataques de Satanás. Eso no significa que
no te asediará, pero cuando lo haga, sus ataques no tendrán efecto.
JOHN MACARTHUR - (Dev. "VIDA NUEVA PARA EL MUNDO”)


