Cuando Dios nos llama a
caminar en lo sobrenatural, en las cosas en que nos consideramos no aptos, es
probable que puedan surgir miedos en nuestros corazones. Este fue el caso de
Gedeón y el Señor le dio las siguientes instrucciones: “Aconteció que aquella noche Jehová le dijo: Levántate, y desciende al
campamento [enemigo]; porque yo lo he entregado en tus manos. Y si tienes temor
de descender, baja tú con Fura tu criado… y oirás lo que hablan; y entonces tus
manos se esforzarán, y descenderás al campamento” (Jueces 7: 9-11).
En otras palabras, “Si
tienes miedo, baja al campamento enemigo. Vas a escuchar lo que están diciendo,
y se te dará fuerza para entrar en aquello que en lo natural, es una misión
suicida”.
“Y él descendió con
Fura su criado hasta los puestos avanzados de la gente armada que estaba en el
campamento. Y… cuando llegó Gedeón, he aquí que un hombre estaba contando a su
compañero un sueño, diciendo: He aquí yo soñé un sueño: Veía un pan de cebada
que rodaba hasta el campamento de Madián, y llegó a la tienda, y la golpeó de
tal manera que cayó, y la trastornó de arriba abajo, y la tienda cayó. Y su
compañero respondió y dijo: Esto no es otra cosa sino la espada de Gedeón… Dios
ha entregado en sus manos a los madianitas con todo el campamento.” (Jueces
7:11-14)
Se podría esperar que
el Señor ideara algo un poco más extraordinario, tal vez con el madianita
diciendo: “¡Vi carros de ángeles bajando, miles y miles! ¡Estaban enojados, y
mataron a todos! ¡Vámonos de aquí!”. No, en lugar de eso, vio un trozo de pan
que rodaba por una colina, que aplastó todo su campamento. Y de eso el otro
hombre llegó a la siguiente conclusión de inmediato: “¡Bueno, esto no es otra
cosa que la espada de Dios y la espada de Gedeón! ¡Él ha entregado a todo el
ejército en manos de Gedeón!”
¿Cómo lo sabían los
enemigos? Lo sabían porque habían sufrido las consecuencias vez tras vez. Sabían lo que sucedía cuando repentinamente
incluso sólo unos pocos del pueblo de Dios se levantaban y decidían seguir
adelante. ¡Sabían del peligro que se le presentaba al reino de las
tinieblas cuando un pan de cebada venía rodando por la colina!
¿Sabes lo que es un pan
de cebada? ¡No es nada más que un montón de galletas que se juntan y deciden
moverse como uno! Tú y yo vivimos en una hora en que debemos entregar nuestro
orgullo y nuestro razonamiento humano; debemos rendirnos de ese querer ser
vistos como alguien más grande de lo que somos. Todos somos galletas invitadas
a un banquete, hasta el último de nosotros. Siempre he sido nada, sigo siendo
nada, y siempre seguiré siendo nada. Todo lo que tengo es lo que Dios elige
darme.
CARTER CONLON - (DEVOCIONAL DIARIO “ORACIONES”)


