"Me he consumido a fuerza de gemir; todas las noches
inundo de llanto mi lecho, riego mi cama con mis lágrimas" Salmo 6:6
Este matagigantes, este
poderoso guerrero, de quien cantaban: "David hirió a sus diez miles",
este poeta que escribió tanto acerca de confiar en Dios y echar todas nuestras
ansiedades sobre Él, este mismo hombre de Dios clamó: "Ten misericordia de
mí, oh Jehová, porque estoy enfermo; sáname, oh Jehová, porque mis huesos se
estremecen" (Salmo 6:2). David había pecado gravemente, confesando:
"Porque mis iniquidades se han agravado sobre mi cabeza; como carga pesada
se han agravado sobre mí. Hieden y supuran mis llagas, a causa de mi locura.
Estoy encorvado, estoy humillado en gran manera, ando enlutado todo el
día" (Salmo 38:4-6).
David describe
exactamente lo que algunos de ustedes pueden estar atravesando en este preciso
momento: Una sensación de estar abrumado por el pecado, como olas repentinas
cayendo sobre tu alma. No puedes entender por qué estás sumergido otra vez.
Clamas: “¡Dios, esto es demasiado para mí, ya no puedo soportarlo!". Estás
herido y sabes que, en tu interior, hueles mal debido al pecado. Sabe que has
sido tonto y necio. Sientes la corrupción espiritual y te sientes tan mal en tu
mente, que tu cuerpo se ve afectado. Tu
fracaso, tu falta de victoria, ha hecho que estés "enlutado todo el
día" en depresión y miedo. Estás agravado, humillado y perturbado en
tu alma.
David sintió que estaba
sufriendo a causa de los pecados que había cometido. Él no estaba diciendo que
Dios estaba siendo injusto al castigarlo, sino que él quería ser corregido en
amor: "Jehová, no me reprendas en tu enojo, ni me castigues con tu ira.
Ten misericordia de mí, oh Jehová, porque estoy enfermo; sáname, oh Jehová,
porque mis huesos se estremecen" (Salmos 6:1-2). El clamor de David es
este: "¡Señor, mi propia necedad y mi propio pecado me han traído mucho
sufrimiento! Sé que tienes el derecho de corregirme y castigarme, pero por
favor ¡recuerda que sigo siendo Tu hijo! Derrama tu ira sobre los que no te
quieren. Yo he pecado, pero todavía te amo. Corrígeme en amor. Sé
misericordioso".
Si sientes las flechas
de Dios en tu alma debido a tu pecado pasado y presente, pero todavía tienes un
corazón arrepentido y quieres abandonar tu pecado, puede apelar a Su amor
correctivo. Serás corregido, pero en gran misericordia y compasión, así como un
padre amoroso azota a su hijo, a causa del amor. No sentirás Su ira, como la
sienten los impíos, sino que junto con su vara, sentirás Sus brazos amorosos,
extendidos hacia ti.
DAVID WILKERSON
- (DEVOCIONAL DIARIO “ORACIONES”)