"Vosotros sois... real sacerdocio..." 1 Pedro 2:9
En su libro Hábitos del
Corazón, el sociólogo Robert N. Bellah describe tres actitudes que la gente
tiene hacia su trabajo. Hay un grupo de personas para quienes el trabajo no es
más que eso, un empleo, una forma de hacer dinero y pagar las facturas. Como
decía la pegatina de un automóvil "Debo mucho dinero así que tengo que ir
a trabajar". Pero si lo único que importa es lo que puedes sacar de tu
trabajo, acabarás amargándote. El segundo grupo ve su trabajo como una carrera.
En este caso la motivación va a ser mayor, pero se hará hincapié nada más en
progresar y tener prestigio. Significa, entonces, que si tu carrera no va bien,
puedes pensar que tu valía está en entredicho. El tercer grupo ve su trabajo
como un llamamiento.
Ahora bien, por lógica, si hay un llamado significa que
alguien llama ¿no? Ese alguien es Dios. Tú no eres el que llama, si no el
que es llamado, y cualquier trabajo que repercuta para bien y que sea de
bendición para otros y cumpla los propósitos de Dios es un llamamiento. Es
posible que un médico o un clérigo vean su trabajo como un mero empleo, un
medio de ganar un buen sueldo. Y es posible también que un barrendero considere
su labor -hacer del mundo un lugar más limpio- como un llamamiento. No le
estamos quitando importancia a quienes están en los púlpitos y predican;
estamos dándoles mayor relevancia a los que sirven a Dios 40 horas a la semana
en otros muchos campos laborales. La clave es ésta: si el trabajo se hace bien,
ambos grupos oirán el elogio del Señor: "...¡Hiciste bien, siervo bueno y
fiel!..." (Mateo 25:23 NVI).
BOB Y DEBBIE GASS - (Devocional "LA PALABRA PARA
HOY")