“Los que son de Cristo Jesús han crucificado la naturaleza
pecaminosa, con sus pasiones y deseos.” Gálatas 5:24
El pecado pierde su
poder en aquel hombre que acude a Jesús para que lo libre de él. Incluso
algunos pecados que se han convertido en hábitos desaparecen en un momento
cuando Jesucristo mira con amor a un hombre. Conozco varios ejemplos de hombres
que, durante muchos años, no podían hablar sin jurar o maldecir en su
conversación, pero que luego de convertirse eliminaron todo este tipo de
lenguaje y nunca más se sintieron tentados a utilizarlo. He conocido a otros que cambiaron de forma tan radical que aquello que
más los tentaba pasó a ser lo que menos les molestaba luego de su conversión.
Sufrieron tal transformación mental que, mientras otros pecados los acosaron
durante años y tuvieron que luchar para mantenerse firmes ante ellos, aquel
pecado dominante y favorito nunca más ejerció la menor influencia sobre ellos,
excepto para provocarles un sentimiento de horror y un profundo
arrepentimiento.
¡Ah, si tuvieras la fe
suficiente para creer que Jesús es capaz de echar de ti los pecados que más te
dominan! Cree en el brazo conquistador del Señor Jesús, y él lo hará. La
conversión es el mayor milagro de la iglesia. Cuando es genuina, es una prueba
infalible del poder divino que acompaña al evangelio, como lo fue la expulsión
de los demonios o como lo será la resurrección de los muertos en el día del
Señor.
(A través de la Biblia
en un año: Apocalipsis 14-16)
CHARLES SPURGEON - (Devocional “A los Pies del Maestro”)