David es un ejemplo de
un hombre que tenía un corazón para Dios, un tipo de persona que hizo bien
(excepto por el pecado de Betsabé y Urías). “Por cuanto David había hecho lo recto ante los ojos de Jehová, y de
ninguna cosa que le mandase se había apartado en todos los días de su vida,
salvo en lo tocante a Urías heteo” (1 Reyes 15:5). Desde el momento en que
Samuel derramó aceite sobre él, ungiéndole rey sobre Israel, “Y desde aquel día
en adelante el Espíritu de Jehová vino sobre David” (1 Samuel 16:13). Se dice
que “Saúl estaba temeroso de David, por cuanto Jehová estaba con él… David se
conducía prudentemente en todos sus asuntos, y Jehová estaba con él… Saúl,
viendo y considerando que Jehová estaba con David” (1 Samuel 18:12, 14, 28).
Así que ¿Qué obtiene
David por toda esta bondad? ¡Problemas por todos lados! Pero recuerda, Dios
estaba todavía con él.
Piensa en el momento
cuando ese mismo hombre piadoso se puso de pie sin miedo ante el gigante Goliat.
Piensa en la multitud que aclamaba: “David mató a sus diez mil”. Ahora
retrocede de miedo y su mejor amigo ha sido marginado de él. Está tan aprisionado por el pánico que se
hace pasar por loco para salvarse. Termina escondiéndose en la cueva de
Adulam con cuatrocientos hombres descontentos y acabados que se reunieron con
él. David dijo: “Al fin seré muerto algún día por la mano de Saúl; nada, por
tanto, me será mejor que fugarme a la tierra de los filisteos” (1 Samuel 27:1).
David ahora estaba destrozado por muchos miedos. Debe haber visto el día de su
unción como un gran error, pensando: “Señor, no puede ser que estés conmigo; yo
no puedo ser tu ungido. Todo está saliendo mal. No sirve de nada. Evidentemente
Tú estás enojado conmigo.” ¿Alguna vez has dicho algo así?
Pero Dios no había
abandonado a David, ni por un momento. Porque sabemos que “desde aquel día en
adelante el Espíritu de Jehová vino sobre David” (1 Samuel 16:13). Así es con
nosotros. El día en que el Espíritu de Dios nos trajo a Jesús y nos ungió, vino
para quedarse, para habitar. En tu prueba, en tu malestar, Él es tu consuelo.
Puede parecer que las cosas van mal, pero para los que confían, Dios tiene todo
bajo control.
DAVID WILKERSON - (DEVOCIONAL DIARIO “ORACIONES”)