“Por último, hermanos, oren por nosotros para que el mensaje
del Señor se difunda rápidamente y se le reciba con honor, tal como sucedió
entre ustedes. Oren además para que seamos librados de personas perversas y malvadas,
porque no todos tienen fe. Pero el Señor es fiel, y él los fortalecerá y los protegerá del maligno.” 2 Tesalonicenses 3:1-3
Nada es tan bueno para
el evangelio como la oposición. Cierto hombre entra al tabernáculo esta noche
y, al marcharse, dice: «Sí, me siento complacido y satisfecho». En el caso de
dicho hombre, yo he fallado.
Pero otro hombre está
mordiéndose la lengua porque no puede soportar la predicación. Está muy
molesto, hay algo en la doctrina que no le gusta y expresa: «No entraré de nuevo
a este lugar mientras viva». En ese hombre hay esperanza. Él está comenzando a
pensar. El anzuelo lo ha atrapado. Con un poco de tiempo, ese pez será nuestro.
No es una mala señal cuando un hombre se molesta al escuchar el evangelio. No
es bueno, pero es mucho mejor que el horrible letargo en que se sumen los
hombres cuando no piensan.
Ten esperanza de un hombre que no deja que le hables, a ese
te debes acercar en otra ocasión. Y cuando por fin te permita que le
hables, si parece como si te fuera a escupir el rostro, siéntete agradecido por
ello porque está sintiendo tus palabras. Estás tocando en un lugar donde le
duele. Lo ganarás para Cristo. Cuando jura que no cree una palabra de lo que le
estás diciendo, no creas una palabra de lo que él te dice, porque con
frecuencia el hombre que abiertamente rechaza, cree en su interior. Como los
niños silban cuando atraviesan el pasillo de la iglesia para mantener su
valentía, así el blasfemo se muestra profano para tratar de silenciar su
conciencia.
(A través de la Biblia en un año: Proverbios 30-31)
CHARLES SPURGEON - (Devocional “A los Pies del
Maestro”)