"Si sabéis estas cosas, bienaventurados sois si las hacéis" Juan 13:17
La santidad da
felicidad; pero el pecado, nunca. A veces eso nos resulta difícil de creer. Se
cuenta de una madre que le decía a su hijo: 'Sé bueno y diviértete', a lo que
él respondía: '¡Aclárate, mamá!'. ¡Eso dice mucho! Hoy en día la palabra
"santidad" tiene mala fama.
Algunos la ven como una lista de todas las cosas que la iglesia prohíbe. A otros
les vienen a la mente personas que dicen que practican la santidad, pero que
son inflexibles, sin alegría, estrechas de mente y criticonas. Entonces,
definámoslo así: "La santidad es Cristo en su plenitud en todas las
facetas de la vida". Es más, la santidad desaparece cuando hablas de ella;
sólo es atractiva cuando la vives. "La bendición del Señor es la que
enriquece, y no añade tristeza con ella" (Proverbios 10:22). La única cosa que no añade tristeza es la
bendición del Señor.
Santiago escribió:
"Entonces, cuando la pasión, después que ha concebido, da a luz el pecado;
y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte" (Santiago 1:15). Cuando
somos inmaduros, creemos que podemos pecar y salirnos con la nuestra, pero
conforme ganamos sabiduría y madurez, discernimos mejor. Nunca te encontrarás
con un fumador que recomiende su vicio. Ni a nadie con un matrimonio fracasado
por infidelidad que recomiende tener un amante. La ley de la siembra y la
cosecha es ésta: "Todo lo que el hombre siembre, eso también segará"
(Gálatas 6:7). El pecado destruye nuestra capacidad de ser felices. Ningún buen
padre quiere ver sufrir a sus hijos, y Dios es el Padre por excelencia. David,
que padeció en carne propia las consecuencias amargas del pecado, escribió:
"Adorad al Señor en la hermosura de su santidad" (Salmos 29:2). La
santidad es algo hermoso cuando la entiendes como es debido y la pones en
práctica.
BOB Y DEBBIE GASS - (Devocional "LA PALABRA PARA
HOY")