“Y salió Jesús y vio una gran multitud, y tuvo compasión de
ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor” Marcos 6:34
En Oslo, Noruega,
nuestro ministerio se asoció con una gran iglesia luterana. Fue una de las
pocas iglesias que estuvieron dispuestas a ayudarnos. Sus jóvenes estaban
profundamente comprometidos con el Señor, pero fueron sorprendidos por nuestros
métodos de evangelismo. Los cristianos europeos son gente tranquila y humilde,
que por lo general mantienen su fe para sí mismos. La idea de predicar en una
esquina de la calle en medio de un barrio los sacó de su zona de confort. Al
principio no querían ir con nosotros, pero un par de semanas después no
podíamos detenerlos. Desarrollaron un fuego consumidor por el evangelismo, una
verdadera obsesión por las almas.
Muchos de ellos
viajaban dos o tres horas en tren cada mañana para ayudarnos, y después
viajaban de nuevo a casa tarde en la noche. Y eso no era suficiente. Estaban
sedientos de aprender más de nuestros jóvenes que venían de Nueva York. Cuando
les dijimos que muchos de nuestros jóvenes eran ex miembros de pandillas y
drogadictos, les costó creerlo. Estaban asombrados por lo que Jesús había hecho
en sus vidas, y lo que aún estaba haciendo.
Pero lo que más les
atrajo fue la compasión genuina que nuestros jóvenes tenían por los demás. Cuando alguien estaba sufriendo, nuestros
jóvenes lloraban con ellos, los abrazaban y oraban con ellos. Cada mañana
comenzaba con varias horas de oración y adoración en el edificio de la iglesia,
y aun así no era suficiente para estos jóvenes luteranos. El amor que exudaban
nuestros jóvenes por ellos y los unos por los otros, iba más allá de lo que
jamás habían experimentado, y pronto atraparon ese entusiasmo. Se extendió como
reguero de pólvora a través de los corazones de todos los que trabajan con
nosotros.
Para el tiempo en que
nuestra cruzada terminó, los jóvenes noruegos no podían soportar vernos partir.
Habían llegado a estar tan unidos a nuestro grupo y amaban tanto a nuestros
jóvenes, que lloraron por horas en el aeropuerto antes de que nuestro avión
partiera. Nuestros jóvenes hicieron amigos de por vida en ese viaje y dejaron
un impacto indeleble en la vida de aquellos que dejamos allá.
Esa es la belleza y la
naturaleza de la compasión. Es una de las más entrañables y contagiosas de
todas las emociones humanas. No se puede fingir, y su impacto no se puede
explicar; y sin embargo, es tan real. ¡Y tan poderosa!
NICKY CRUZ - (DEVOCIONAL
DIARIO “ORACIONES”)


