“Yo soy la vid, vosotros las ramas.” Juan 15:5
EN EL VERSÍCULO ANTERIOR Cristo había dicho: «Permaneced en mí», y luego anunció la ley inalterable de la vida de la rama en la Tierra o en el Cielo: «no por sí misma»; «a menos que permanezcáis». Al empezar la parábola había dicho: «Yo soy la vid.» Ahora repite las mismas palabras. Quiere que entendamos —porque aunque sea algo simple, es la clave de la vida que permanece en Cristo— que la única manera de obedecer la orden «Permaneced en mí» es tener los ojos y el corazón fijos en El. «Permaneced en mí... Yo soy la vid verdadera.» Sí, estudiemos este santo misterio hasta ver a Cristo como la Vid verdadera, soportando, enderezando, proveyendo, inspirando a todas las ramas, siendo para cada rama y dándole a cada una lo que necesita, y con ello el «permanecer» se sigue. Sí, contemplémosle, la verdadera Vid, hasta que sintamos qué misterio celestial es éste y nos veamos compelidos a pedir al Padre que nos lo revele por medio de su Santo Espíritu. Aquel a quien Dios revela la gloria de la verdadera Vid, que ve lo que Jesús es y lo que le espera en cada momento, no puede sino permanecer. La visión de Cristo es una atracción irresistible; nos lleva a sí y nos mantiene atraídos como un imán. Escuchemos al Cristo viviente, hablándonos todavía, y esperemos que nos muestre el significado y poder de su Palabra: «Yo soy la vid.»
¡Cuánta tarea penosa se ha realizado tratando de entender lo que es el permanecer! ¡Cuánto esfuerzo inútil tratando de conseguirlo! ¿Por qué? Porque se había considerado el permanecer como una obra que había que hacer, en vez de tratarse del Cristo vivo, en el cual habíamos de ser mantenidos, siendo El mismo el que nos ha de mantener y guardar. Pensamos en permanecer como un esfuerzo continuo y olvidamos que significa el descansar para quien ha encontrado el lugar en que debe residir. Notemos como Cristo dice: «Permaneced en mí; yo soy la vid que produce, mantiene, fortalece y hace fructíferas las ramas. Permaneced en mí, descansad en mí y dejadme hacer mi obra. Yo soy la verdadera Vid; todo lo que soy, y digo, y hago, es la verdad divina, dando realidad a lo que digo. Yo soy la Vid; basta con que consientas y te entregues a mí. Yo lo haré todo por ti.» Y así ocurre que, a veces, almas que nunca se habían ocupado especialmente de la idea de permanecer, están permaneciendo todo el tiempo» porque están ocupadas con Cristo. No es que la palabra «permanecer» no sea necesaria. Cristo la usó con mucha frecuencia, porque es la verdadera clave de la vida cristiana. Pero El quiere que la comprendamos en su verdadero sentido: «Salid de los otros sitios; abandonad confianzas y ocupaciones; salid de vuestro yo, de vuestros razonamientos y esfuerzos, y venid y descansad en lo que Yo haré. Vive fuera de ti; permanece en Mí. Tú estás en Mí; no necesitas nada más.»
«Yo soy la vid.» Cristo no mantiene este misterio escondido de sus discípulos. Lo reveló, primero en palabras aquí, y luego en poder, cuando el Espíritu Santo descendió del Cielo. El nos lo revelará también a nosotros, primero en los pensamientos, confesiones y deseos que estas palabras despiertan, y después en el poder del Espíritu. Espera que El te enseñe el significado celestial de este misterio. Que cada día, en tu hora quieta, en tu aposento, separado con El y su Palabra, nuestro principal pensamiento y nuestro objetivo debe ser tener el corazón fijo en El, en seguridad: todo lo que una vid hace por sus ramas, mi Señor Jesús lo hará, lo está haciendo para mí. Dale tiempo, escúchale, que pueda susurrar a tu oído el divino secreto: «Yo soy la vid.»
Sobre todo, recuerda que Cristo es la Vid plantada por Dios y tú eres una rama injertada por Dios. Mantente siempre delante de Dios, en Cristo, esperando la gracia de Dios, en Cristo; rindiéndote para poder llevar más fruto tal como pide el Labrador, en Cristo. Y ora mucho por la revelación del misterio de que todo el amor y poder de Dios que hay en Cristo está obrando en ti también. «Yo soy la Vid de Dios», dice Jesús; «todo lo que soy lo tengo de Él; todo lo que soy es para ti; Dios quiere obrar en ti».
ORACIÓN. Yo soy la Vid. Bendito Dios, di Tú esta palabra en mi alma. Entonces sabré que toda tu plenitud es para mí. Y que yo pueda contar contigo para que me lo des, y que mi permanecer sea sosegado y seguro cuando me olvido de mí mismo, en la fe de que la Vid me sostiene y provee a todas mis necesidades.
ANDREW MURRAY - (Devocional diario “LA VID VERDADERA”)