“Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien Tú has enviado.” Juan 17:3
Es una bendición que no se puede expresar con palabras el hecho de conocer realmente a Dios, de disfrutar su amistad, de poder hablar con Él de todas las cosas y entregarle todo lo que a uno le causa ansiedad y preocupación. Yo he disfrutado esta bendición durante cuarenta y cuatro años y me es imposible describir el gozo y la alegría de esta santa independencia de las circunstancias, de los hechos políticos, de las dificultades en los negocios, de los amigos, de la muerte, etc. porque en la medida en que aprendemos a depender de Dios, podemos tener todas las cosas que necesitamos. Y todos los hijos de Dios pueden disfrutar de esta independencia santa y bendita. No es el privilegio de unos pocos favoritos, sino de todos -sin ninguna excepción- los que han sido reconciliados con Dios por la fe en el Señor Jesús y confían solamente en Él para su salvación.
Sin embargo, para disfrutar este feliz compañerismo y esta amistad práctica con Dios y su querido Hijo, debemos caminar en rectitud. Tenemos que llevar con nosotros la luz que recibimos de la Palabra de Dios; debemos practicar la verdad que ya conocemos. Puede que erremos y fracasemos, pero tenemos que ser honestos y rectos y no vivir en pecado. No podemos seguir un curso que sabemos es contrario a los pensamientos y deseos de Dios. Si este último es nuestro caso, no podemos disfrutar del compañerismo con el Señor, ni estamos en capacidad de confiar en Él como nuestro amigo, y esto será el más grande obstáculo para que nuestras oraciones sean contestadas, pues dice su Palabra: “Si en mi corazón hubiera yo abrigado maldad, el Señor no me habría escuchado” (Salmo 66:18).
No todos los creyentes en el Señor Jesús son llamados a establecer orfanatos, hogares o escuelas para los niños pobres, y a confiar en Él para sostenerlos. Pero, según la voluntad de Dios, todo cristiano puede y debe echar todo su cuidado sobre el Señor quien cuida de su vida y no necesita estar ansioso o preocupado por nada más, tal como lo vemos en las Escrituras (1 Pedro 5:7; Filipenses 4:6; Mateo 6:25-34).
ORAACIÓN. Me regocijo siempre en Ti, mi Señor y mi Dios. Hoy quiero presentar mis peticiones a Ti en toda oración y ruego con acción de gracias. Guarda mi mente y mi corazón con tu paz en Cristo Jesús. Que tu paz esté siempre conmigo. Amén.
GEORGE MÜLLER - (Devocional diario “FE”)