“En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis, así, mis discípulos.” Juan 15:8
¿NO SON DISCÍPULOS aquellos que no llevan mucho fruto? Puede que lo sean, pero en un estado inmaduro y atrasado. De los que llevan mucho fruto, Cristo dice: «Estos son mis discípulos, tales como yo los deseo: éstos son mis verdaderos discípulos.» De la misma manera que cuando vemos a un hombre apuesto y varonil decimos: «¡Qué hombre!», nuestro Señor nos dice qué tipo y características tienen los discípulos que El quiere y son dignos de su nombre: aquellos que llevan mucho fruto. Encontramos que la palabra discípulo se usa en dos sentidos en el Evangelio. A veces se aplica a todos los que han aceptado las enseñanzas de Cristo. En otras ocasiones se incluye sólo el círculo íntimo de aquellos que siguen a Cristo de modo total, que se han entregado a su entrenamiento para el servicio. Esta diferencia ha existido a través de las edades. Siempre ha habido un número más reducido del pueblo de Dios que ha procurado servirle con todo su corazón, mientras que la mayoría se han contentado con una medida muy pequeña del conocimiento de su gracia y su voluntad.
Y ¿cuál es la diferencia entre este pequeño círculo y los muchos que no procuran conseguir ser admitidos en él? Vemos que se halla en las palabras: mucho fruto. En muchos cristianos, el objetivo principal, si no único, de su religión es el de la seguridad personal, el cual, al despertar, es ciertamente legítimo. La idea de servicio y de fruto es en ellos siempre secundaria y muy subordinada. El deseo ardiente de dar mucho fruto no les preocupa. Las almas que han oído la llamada para vivir santamente para su Señor, de dar su vida por El como El la dio para ellos, nunca pueden satisfacerse con esto. Su deseo es llevar tanto fruto como pueden, tanto como el Señor puede desear o darles.
Que llevéis mucho fruto, y seáis, así, mis discípulos. — Desearía que cada lector considerara estas palabras de modo serio. No os contentéis con la idea de hacer un poco más de trabajo, o más trabajo, de un modo progresivo y gradual. Tomad las palabras mucho fruto como la revelación de la Vid celestial de lo que debéis ser, de lo que podéis ser. Aceptad plenamente la imposibilidad, la completa locura de intentar una cosa semejante en vuestras propias fuerzas. Que las palabras os despierten a considerar de nuevo la Vid y empezar a vivir su plenitud en vosotros. Que os despierten una vez más a la fe y la confesión: «Yo soy una rama de la verdadera Vid; puedo llevar mucho fruto para su gloria, y la gloria del Padre.»
No tenemos por qué juzgar a otros. Pero vemos por todas partes en la Palabra de Dios que hay dos clases de discípulos. Que no haya vacilaciones en cuanto al lugar en que nos situamos. Pidamos a Dios que nos revele la forma en que reclama una vida dada por completo a Él, para que esté tan llena de su Espíritu como El puede llenarla. Que nuestro deseo no sea en nada inferior a una poda perfecta, un permanecer ininterrumpido, una comunión íntima, fruto abundante: verdaderas ramas de la verdadera Vid.
El mundo perece, la iglesia fracasa, la causa de Cristo sufre; Cristo está agraviado por la falta de cristianos entregados, que lleven mucho fruto. Aunque apenas puedas ver lo que implica o cómo ha de tener lugar, dile que tú eres una rama que quiere llevar mucho fruto; que tú estás dispuesto a ser su discípulo en el sentido que El da a la palabra.
ORACIÓN. Mis discípulos. Bendito Señor, el dar mucho fruto es la prueba de que Tú, La verdadera Vid, tienes en mí una rama verdadera, un discípulo totalmente a tu disposición. Dame, te ruego, la confianza y seguridad de un niño de que mi fruto te agrada, y que lo consideras mucho fruto.
ANDREW MURRAY - (Devocional diario “LA VID VERDADERA”)


