"...pronto para oír..." (Santiago 1:19 LBLA)
Hablar en lugar de
escuchar te meterá en problemas. Dos gansos se estaban preparando para emigrar
a climas más cálidos cuando una rana les preguntó si podía acompañarlos. Se preguntaron
cómo podrían hacerlo. 'Fácil' dijo la rana. 'Vosotros sujetáis un palo con el
pico y yo lo agarro con la boca por el medio. Y así lo hicieron; la gente
miraba hacia arriba y admiraba ese trabajo de equipo. El trío había conseguido
volar bastante lejos hasta que alguien desde abajo gritó: '¡Qué buena idea! ¿De
quién fue?' En ese momento la rana abrió la boca y grito: '¡Mííííaaaa!' ¡Cada
vez que abres la boca hay consecuencias! Así que aprende a escuchar. Dijo
Plutarco: "Los parlanchines no escuchan a nadie, porque siempre están
hablando. Y lo primero que les sucede a los que no saben estar en silencio es
que no oyen nada". Escuchar sin
tener que airear tus conocimientos o dar tu opinión es una cualidad de carácter
que demuestra madurez.
En una ocasión Larry
King dijo: "Me recuerdo a mí mismo todas las mañanas: Lo que yo diga en
este día no me va a enseñar nada. Así que si quiero aprender, tendré que
escuchar". Jesús sabía bien cómo escuchar y por lo tanto atraía a las
personas como un imán. No hay duda de que hubo tiempos en los que se sentía
cansado y no quería hacerlo, pero aun así escuchó. Cuando los discípulos se
peleaban entre ellos y los fariseos gruñían y causaban problemas, Jesús siempre
centraba su atención en lo que era importante. Escuchaba, hablaba, y la gente
lo seguía. Escuchar es normalmente más efectivo que hablar. De hecho, hay un
momento en toda conversación donde debes decir menos y oír más. En esos
momentos no solamente oyes lo que otros dicen, sino también lo que te está diciendo
Dios.
BOB Y DEBBIE GASS - (Devocional "LA PALABRA PARA
HOY")


