"A ti clamo, oh Dios, pero no me respondes..." (Job 30:20 NVI)
¿Sientes como que Dios
no está respondiendo a tus oraciones? El patriarca Job se sintió también así:
"A ti clamo, oh Dios, pero no me respondes; me hago presente, pero tú
apenas me miras... Cuando esperaba lo bueno, vino lo malo; cuando buscaba la luz,
vinieron las sombras" (Job 30: 20, 26). Todos pasamos épocas en las que
parece que Dios se haya mudado de casa y no nos ha dejado la nueva dirección.
¿Qué está pasando? ¿Por qué no responde? Cuando Dios está en silencio
aprendemos algunas cosas:
1) El silencio no es ausencia. Un proverbio dice: "Somos
dueños de nuestro silencio y esclavos de nuestras palabras". A veces Dios
te dice "Estad quietos y conoced que yo soy Dios..." (salmo 46:10).
Tienes que sentir mucha confianza con alguien para sentarte a su lado en
silencio. El silencio quita la importancia de las palabras y crea un grado de
intimidad donde ya no son necesarias. Si quieres sentirte cómodo con Dios,
aprende a meditar y a estar en silencio delante de Él.
2) El silencio prueba tu fe. ¿Cuánta fe se necesita para creer
en alguien que te está dirigiendo paso a paso? Es como un padre que corre al
lado del hijo que está aprendiendo a montar en bicicleta. Al principio el niño
no está seguro, pero sería muy extraño si a la edad de 25 años el padre todavía
siguiera corriendo a su lado. Hay momentos en que Dios quita las manos del
manillar para ver cómo has progresado. Y al principio andamos muy tambaleantes.
Pero es ahí es donde demuestras cuánto has progresado y en quién has puesto tu
confianza.
BOB Y DEBBIE GASS - (Devocional "LA PALABRA PARA
HOY")