martes, 9 de septiembre de 2014

Si no permanecéis 9 septiembre




“Como lo rama no puede llevar fruto por sí misma, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.”  Juan 15:4


CONOCEMOS EL SIGNIFICADO de este sí, o «a menos que», en este específico sentido. Expresa una condición indispensable, una ley inevitable. «La rama no puede llevar fruto, a menos que permanezca en la vid. Ni tampoco podéis vosotros, si no permanecéis en mí.» Sólo hay una manera en que la rama puede traer fruto —y ésta es absolutamente indispensable—, y es la comunicación ininterrumpida con la vid. No de sí misma, sino de la vid es de donde procede el fruto. Cristo había mandado: «Permaneced en mí.» Además, en la Naturaleza la rama nos enseña la lección con tal claridad, y es tan grande el privilegio de ser llamado y poder permanecer en la vid celestial, que podríamos pensar que no era necesario añadir estas palabras de advertencia.

Pero no, Cristo sabe bien que una renuncia al yo implica esto: «Permaneced en mí». ¡Cuán fuerte y universal es la tendencia a intentar producir fruto con nuestros propios esfuerzos! ¡Cuán difícil es el hacernos creer que el continuar permaneciendo en El es una necesidad absoluta! El insiste en la verdad: No es de sí misma que la rama puede traer fruto; a menos que permanezca, no puede traer fruto. «Ni tampoco podéis vosotros, a menos que permanezcáis en mí.»

Pero ¿debo tomar esto de modo literal? ¿Debo, de modo exclusivo, manifiesto, incesante y absoluto, como rama que permanece en la vid, igualmente renunciar a mí mismo para hallar mi vida toda en Cristo sólo? Sin duda, éste es el caso. El "a menos que permanezcáis" es tan universal como el "permaneced". No puede admitirse aquí ninguna excepción ni modificación. Si he de ser una verdadera rama, si he de traer fruto, si he de ser lo que Cristo quiere que sea, toda mi existencia debe ser dedicada exclusivamente a permanecer en El, como una rama natural permanece en la vid.

¡Que aprenda bien esta lección! El permanecer es un acto de la voluntad y de todo el corazón. Del mismo modo como hay grados en la búsqueda y servicio de Dios, «no con un corazón perfecto» o «con todo el corazón», también hay grados en el permanecer. En la regeneración la vida divina entra en nosotros, pero no domina ni llena al momento todo nuestro ser. Esto viene luego como resultado de recibir órdenes y obedecerlas. Hay el peligro de no entregarnos con todo el corazón para permanecer. Hay el peligro de entregarnos para la obra de Dios, y aun traer fruto, de un modo deficiente, a causa de no permanecer, por no dejarnos caer con toda la voluntad en las manos de Cristo y en su vida. Hay el peligro de hacer mucho trabajo y traer poco fruto por falta de esta vital relación. Hemos de permitir que las palabras «no de sí misma» y «a menos que permanezcáis» hagan su obra escudriñadora y expongan para la poda o limpieza todo lo que hay en nosotros de voluntad propia o auto-confianza en nuestras vidas; esto nos librará de este gran mal y nos preparará para su enseñanza, dándonos el pleno significado de la Palabra: «Permaneced en mí, y yo en vosotros.»

Nuestro bendito Señor quiere separarnos de nosotros mismos y de nuestra propia fuerza para llevarnos a Él y a su fuerza. Aceptemos la advertencia y entreguémonos con temor a Él para que haga su obra. «¡Nuestra vida está escondida con Cristo en Dios!» Esta vida es un misterio celestial, escondido de los sabios, incluso los cristianos, pero revelado a los niños. El ser como niños en el Espíritu es algo que el Cielo da cada día y cada momento al alma que acepta la enseñanza «no de sí misma» y «a menos que permanezcáis» y lo busca todo en la Vid. El permanecer en la Vid no es nada más ni nada menos que una entrega descansada del alma, que permite a Cristo que haga toda la obra y lo tenga todo, de modo tan completo como en la Naturaleza la rama no sabe ni busca nada, sino la vid.

ORACIÓN. Permaneced en mí. He oído, Señor, que con cada orden das también el poder para obedecer. Con tu «levántate y anda» el cojo saltó. Yo acepto tu palabra Permaneced en mí, como una palabra de poder, que da poder; y aún más, digo: Señor, Yo permanezco y permaneceré en Ti.


ANDREW MURRAY - (Devocional diario “LA VID VERDADERA”)







TRADUCCIÓN